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miércoles, 31 de diciembre de 2014

Origen extraterrestre del ADN: La vida en la Tierra, los seres humanos, fueron creados por Ingenieros Genéticos llegados de otros planetas.

Origen extraterrestre del ADN: La vida en la Tierra, los seres humanos, fueron creados por Ingenieros Genéticos llegados de otros planetas.



En esta ocasión me he aventurado sobre el origen de la vida en la Tierra: Consultando los “datos objetivos” que los científicos dicen tener en su poder se llega a la conclusión que las teorías oficiales no son asumibles como tales, es decir,  que la generación de vida de forma espontánea a partir de materia inorgánica (abiogénesis) es imposible probabilísticamente, es decir, que aquella “sopa primigenia” que hipoteticamente nos dicen los hombres de ciencia se formó en los océanos, tal vez en la proximidad de chimeneas volcánicas (fumarolas negras), bien por la interacción de rayos cósmicos o radiación ultravioleta; una suma de reacciones químicas que ayudaron a combinarse carbono, hidrógeno, oxígeno, nitrógeno, metano, amoniaco y otros compuestos inorgánicos para finalmente conformar una “sopa orgánica”compuesta por algunos aminoácidos (moléculas orgánicas) que hipoteticamente conformaron proteínas y enzimas. Según esa misma teoría aceptada por la comunidad cientifica, la síntesis de proteínas habría dado lugar al nacimiento de un “envoltorio”, es decir, a una “membrana” en cuyo interior se alojó el “núcleo celular” , alli donde precisamente se localiza el ADN; la doble cadena espiral que recoge el código hereditario de todos los seres vivos (los genomas son segmentos de ADN).


Clarificando en este sentido, el ADN se ayuda del ARN para sintetizar una copia de las proteínas y podría decirse que es un intermediario del propio código genético. De igual modo tampoco deberíamos olvidarnos de las enzimas, que son verdaderos catalizadores de reacciones químicas, o lo que es lo mismo: la “llama de la propia vida”. Resumiendo, se llega a la conclusión de que “las células son pequeñas maquinas capaces de absorber energía y de transmitir información a través del ADN” especifico. 

Si hiciésemos caso a la "teoría oficial sobre el origen de la vida en la Tierra", esa "sopa primigenia" formada por organismos unicelulares hizo posible, pasados  miles de millones de años, la evolución y consecuentemente, la aparición sobre este planeta de organismos multicelulares, dotados de órganos diferenciados, como los seres humanos en la actualidad. (Sin olvidarnos, por supuesto, de otras formas de vida distintas, por ejemplo la vegetal, donde la fotosíntesis juega un papel fundamental; así como otras catalogadas como extrañas,  es decir, virus y las bacterias, que son parasitarias de otras formas de vida.



Darwin, en su libro  El Origen de las Especies (On the Origin of Species) publicado en 1859 ya hace mención a cierta “generación espontánea” cuando trata sobre el origen de la vida, pero mucho tiempo después otros científicos como el doctor James F. Coppedge, haciendo uso de cálculos matemáticos, nos dicen que la evolución como tal es imposible y que Darwin se equivocó en lo fundamental (Por ejemplo, los antropologos, basándose en la teoría evolucionista hacen verdaderos esfuerzos por convencernos, mostrándonos diferentes huesos y cráneos de hominidos que "supuestamente" guardarían una "correlación temporal" en grado de evolución, aunque objetivamente, es "dificil de digerir" que en un mundo habitado por otros hominidos como lo son chimpancés o gorilas, la "distancia evolutiva" de estos, sea abismal respecto a los seres humanos Si la evolución que planteó Darwin hubiese sido "justa con todas las criaturas" la distancia, por poner un solo ejemplo, entre chimpancés y humanos sería bastante reducida...).


Entonces… ¿Qué ocurre con la “sopa primigenia”? Pues que no deja de ser una pura quimera, imposible de demostrar por la ciencia oficial (en el año 1953 los científicos Miller y Urey intentaron reproducir en laboratorio “el supuesto origen aleatorio de la vida”, esa “generación espontánea” donde la vida se hubiese creado a partir de materia inorgánica”, pero de aquel experimento no pudieron sacarse conclusiones aceptables y bajo mi punto de vista, fue un verdadero fracaso)

Debido a ello, los científicos miraron al exterior con el fin de plantear hipotesis convincentes y algunos de ellos se aventuraron a proponer un origen de la vida llegado al propio planeta, es decir, panspermia, o lo que es lo mismo que la “semilla de la vida” habría llegado a este planeta a bordo de algún cometa o meteorito a los pocos miles de años de la formación de la Tierra ( 4700 millones de años). Entonces, otros científicos mucho mas pragmáticos, sabiendo que la materia viva a bordo de meteoritos ó cometas, en esos viajes siderales sin ninguna protección frente a las radiaciones cósmicas, terminaría siendo destruida, postularon una variante de esa misma teoría, me refiero a la “panspermia dirigida”, aquella que propone la llegada de la vida a la Tierra hace millones de años a “bordo de micronaves lanzadas al espacio por civilizaciones muy avanzadas” cuyo fin ultimo era “sembrar de vida” cualquier planeta allá donde pudiesen alcanzar… Curioso, ¿verdad? 



Que los científicos se asomen tímidamente al Cosmos pero sin llegar a dar un paso definitivo sobre la pura realidad, porque tal vez en su ego egoísta resida el verdadero problema frente a cuestiones existenciales de la propia humanidad, tal vez por el miedo a ser tachados dentro de la comunidad científica como locos o iluminados… Es una pena, la verdad, porque si estos mismos cientificos buscasen las respuestas en lugares y personas más cercanas, es decir, en la información que los extraterrestres ya han dado a ciertos contactados en relación con el origen de la vida, tales como el ingeniero  Enrique Castillo Rincón, quien narraba en una entrevista,  como él al estar reunido con los extraterrestres dentro de un platillo volante aquellos le confirmaron que fueron ellos mismos quienes “crearon a los seres humanos” en el origen de los tiempos.




El contactado Enrique Castillo Rincón

Destacar también que el contactado peruano Sixto Paz Wells, en su Libro de los Guardianes y Vigilantes de Mundos narra aquello que los extraterrestres le dijeron sobre el principio de todas las cosas:

– ¿Es que acaso hay como unos guardianes y vigilantes?
– Existen en esta galaxia aquellos que son conocidos como los Sembradores de Vida o Ingenieros Genéticos, encargados de ayudar a la naturaleza esparciendo la vida inteligente por los diversos rincones de la galaxia; luego vienen los Guardianes y Vigilantes cuya labor se concentra en el control de los procesos iniciados en planetas seleccionados para la experimentación, o en la protección y supervisión de los mundos en surgimiento; y finalmente vienen los Instructores, contingente a cargo del suministro de información y conocimiento así como de la ayuda en la activación de mecanismos que contribuyan al despertar de las conciencias y de las potencialidades internas de la mente.  Todos ellos están bajo la coordinación y dirección de un Consejo principal de Ancianos conocido como el Consejo de los 24 Ancianos de la Galaxia o Consejo de la Confederación de Mundos, que agrupa a todos los mundos más evolucionados de la galaxia en capacidad de ayudarse y dar ayuda a otros.




El contactado suizo Billy Meier

También en ese mismo sentido, los seres de las estrellas procedentes de las Pleyades, le dijeron al contactado suizo Billy Meier, que aquellos llegaron a ese conjunto estelar procedentes de Lyra, una vez se desató la guerra y algunos planetas fueron destruidos, aunque lo verdaderamente interesante radica en el origen anterior de los pleyadianos, que al parecer y sin determinar exactamente en qué fecha, llegaron a las Pleyades en tiempos remotos, procedentes de otra Galaxia. Es así que la vida es una cualidad que civilizaciones muy avanzadas llevan de unos confines a otros por los más diversos motivos.



En igual deducción podemos tomar como ejemplo aquella información que el extraterrestre Geenom, desde Alfa B, les transmitió al grupo Aztlán sobre el origen de la vida en la Tierra:

Cada generación tiene un plazo previsto por el colectivo. En el caso del planeta Tierra ese plazo suele ser de 25.000 años, que es el tiempo que tarda vuestro Sol en dar la vuelta alrededor de la estrella Alción de la constelación de las Pléyades. En la Tierra hay vestigios de vida humana que se remontan a 600 millones de años. Desde esa época, aproximadamente, la evolución del planeta permitiría la vida de seres humanos por algunas zonas de su corteza, por lo que los hombres de Apu trasportaron en sus naves pequeñas comunidades de hombres de distintos grados de evolución, cuyos planetas de origen estaban sufriendo cambios que los hacían inhabitables, indefinida o temporalmente. Estos hombres encontraron en la Tierra un sitio donde vivir durante un tiempo, hasta que pudieran ser llevados a planetas en condiciones de albergarlos indefinidamente. Esta es la razón de las llamadas huellas erráticas, denominación que los arqueólogos y antropólogos han asignado a aquellos vestigios que, según la cronología establecida académicamente, no podían estar ahí. 



Valga como ejemplo el descubrimiento que realizo Stanley Taylor, de Fimsfor Christ Association, en las orillas del río Paluxy, en Estados Unidos, donde encontró huellas humanas junto a las de dinosaurios, cuando la antropología sitúa la desaparición de estos animales hace mas de 250 millones de años y faltaban aun 247 millones de años para la aparición del primer protohominido. Hace aproximadamente tres millones de años fue realizada la primera modificación genética en unos primates que vuestra ciencia denomina como australopitecos. Como consecuencia de esta modificación, surgió, después de varios miles de años, una nueva especie de seres llamados pitecántropos, con características claramente protohumanas. Por propio desarrollo y asimilación de sus experiencias, el pitecántropos pasó a convertirse  en el ser al que se denomina Neanderthal u homo sapiens, con características ya claramente humanas. Estos seres fueron sometidos a una segunda manipulación genética, que dio como resultado la aparición del primer ser humano consciente autóctono de la Tierra: el hombre de Cromagnon u homo sapiens sapiens. Esta nueva modificación afecto al desarrollo del cerebro de los hombres de Nearderthanl, especialmente a la conexión entre el norcortex y el hipotálamo, lo que les posibilito para ampliar su capacidad intelectual. Apareció el lenguaje, se activaron una serie de centros y glándulas que permitieron al hombre luchar contra la adversidad, utilizando cada vez más áreas cerebrales.




El contactado Ing. Alberto Zecua

Llegado a este punto, cuando los seres humanos observan el cielo estrellado pueden llegar a la conclusión que no dejan de ser un grano de arena en un desierto inconmensurable y tal vez sientan cierta congoja al no alcanzar esas respuestas esperadas, aquellas repetidas que llevan a preguntarnos quien somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos, si bien es cierto que desconocer las respuestas no quiere decir que aquellas no existan como tales, por ejemplo; si damos por cierto que civilizaciones extraterrestres “sembraron la vida este planeta” alguien entonces puede razonar sabiamente…¿Pero quién creó a esos mismos extraterrestres?. Desde luego, frente a esta cuestión cuasi-metafísica las explicaciones deberían buscarse en otros planos distintos a lo que entendemos por dimensiones materiales. 


Ganimedes
Como le explicaron extraterrestres de Ganimedes (satélite de Júpiter) al contactado peruano Sixto Paz Wells, la propia Creación y la vida misma deberíamos entenderla en el razonamiento situado en aquello que entendemos como diferentes dimensiones, es decir, que  la entidad citada por los extraterrestres como Suprema Fuerza Creadora habría hecho posible desde el principio de todos los tiempos el Universo Espiritual; posteriormente entidades superiores de ese mismo universo espiritual crearon el Universo Mental y este a su vez, desarrolló el Universo Material, donde actualmente nos encontramos los seres humanos y otras criaturas de mundos habitados. Es por ello que los extraterrestres siempre hacen hincapié en la necesidad que tienen todas las civilizaciones de buscar un equilibrio entre el plano social, tecnológico y espiritual, porque si uno de los tres vértices falla, la evolución de cualquier criatura o sociedad es imposible, no podría ascender hacia dimensiones superiores.


Y alguien podría decir… ¿Pero quién “creó esa Suprema Fuerza Creadora”? Queriendo responder a tan difícil cuestión, entran entonces en juego ciertos conceptos tales como el temporal, que nosotros los seres humanos concebimos como segmentos donde siempre existe un principio y un final, pero que tratándose de esa Suprema Fuerza Creadora, dichos parámetros le son ajenos (pasado, presente y futuro se comportan como unidad única) y por ello deberíamos decir que siempre ha existido, en todas las dimensiones y tiempo y que la Creación en si misma tiene una finalidad clara: La autocomprension, el conocimiento de Sí Mismo, la experimentación a través de la Evolución de todas las criaturas que lentamente, según se desarrollan, irían “ascendiendo” dimensión tras dimensión hasta que una vez conseguidos grados superiores de evolución, esas criaturas se reencontrarían con el origen de todas las cosas, es decir, con sí mismo, o lo que es lo mismo, con Dios.


He traído un pequeño fragmento del libro La respuesta de los Dioses, de Erich von Daniken, donde demuestra que el origen la vida en la Tierra es necesariamente extraterrestre.




Del libro LA RESPUESTA DE LOS DIOSES, de  Erich von Daniken

LA CREACIÓN ESTÁ EN MARCHA

«Las leyes de la herencia nos son desconocidas, en líneas generales. Nadie sabe por qué unas veces se hereda y otras no la misma característica en distintos individuos de la misma especie, o por qué determinada seña de una criatura sale al abuelo o a la abuela, o a predecesores aún más lejanos.»
Esta sincera confesión figura en el libro Sobre el origen de las especies por medio de la selección natural, obra capital de Charles Robert Darwin (1809-1882), publicada en 1859. El motivo está claro; Darwin aún no podía disponer de los datos de la ciencia biológica actual. Fundamentalmente construyó su teoría de la evolución partiendo de observaciones biológicas realizadas durante un viaje de cinco años por América del Sur y las islas Galápagos. Desde entonces, esa teoría se ha convertido en dogma intocable para explicar el origen de las especies.
Y ¿qué tiene que ver la teoría de la evolución con las pruebas alegadas para demostrar mi teoría?


Salgo a la pista sin red ni casco protector para declarar sin rodeos: todo. Yo postulo que unos seres desconocidos crearon la inteligencia humana mediante una mutación artificial, deliberada; que los extraterrestres mejoraron la especie de los homínidos «a su imagen y semejanza».
Como es natural, no digo que eso me exima de aportar hechos para demostrar que muchos puntos de la teoría evolutiva han de ser falsos o erróneos. De otro modo, no podría aspirar a convertir mi propia teoría en el primer violín de la orquesta filarmónica de las concepciones científicas. Las pautas de la teoría actualmente aceptada -para seguir con nuestro símil-no dan acordes consonantes, sino disonancias, que por cierto molestan más a la razón que a los oídos.
Sigamos forjando, pues, nuestra cadena de demostraciones.
Formulemos para empezar algunas preguntas, que han de preparar la trampa en que caigan «los sospechosos». ¿Qué es la vida, en el fondo? ¿Nace por azar? ¿Se crea a sí misma? ¿Es posible que se produzca la probabilidad favorable, estando dadas todas las condiciones? ¿O habrá sido ese azar, en realidad, un proceso singular e irrepetible, hasta conducir a la formación de vida?
No son muchas preguntas, pero bastan para dividir a la comunidad científica en dos campos, cada uno de los cuales se ríe burlonamente del otro.


Manfred Eigen
Tenemos, por ejemplo, un grupo de bioquímicos alrededor del profesor Manfred Eigen, premio Nobel de Química en 1967 y director de la sección de química física del Instituto Max Planck, de Gottingen, convencidos de haber dilucidado ya las relaciones esenciales para la formación de la vida. En cambio, un grupo de expertos en química orgánica alrededor del profesor A. E. Wilder-Smith y de James F. Coppedge, director del Centro para estudios de probabilística biológica de Northbridge, California, están convencidos exactamente de lo contrario.2
Para dar a entender lo que se ventila en esta controversia, y la razón de haber hecho intervenir, una vez más, a mis extraterrestres, intentaré describir de una manera resumida y simplificando mucho las etapas de formación de la vida.




EL GRAN DRAMA DE LA CREACIÓN

La química en los principios de la vida

Hace miles de millones de años, la atmósfera primitiva, donde primero debió formarse la vida, estaba compuesta fundamentalmente de vapor de agua, metano, amoníaco, dióxido de carbono y minerales de toda especie. Dichos minerales eran proyectados desde el interior de la Tierra a la atmósfera por los volcanes. Las tempestades debidas a la elevada temperatura reinante arremolinaban las partículas hacia las capas superiores, donde se enfriaban, para caer de nuevo sobre la superficie terrestre en tremendas lluvias. El salvaje torrente primitivo disolvía elementos inorgánicos de distintas clases, sustancias del reino mineral presentes en las rocas recalentadas, hasta que todo ello confluía en el mar primordial. Allí se formó una especie de caldo nutricio químico, donde la energía de las fuerzas primordiales obligaba a las moléculas* simples a combinarse con otras. De este modo se formaban los aminoácidos (ácidos orgánicos), lipoides**, radicales nucleótidos * * *, sales minerales y fosfatos, que son elementos imprescindibles para la vida de las plantas. Pero todos ellos tienen una cosa en común: son sustancias químicas, y no seres «vivos». Según las doctrinas actualmente aceptadas, el primer acto del gran drama se desarrolló del modo siguiente:

Bajo las constantes descargas de los temporales primitivos, los aminoácidos se combinaron para dar lugar a moléculas más complicadas, las macromoléculas, y éstas se constituyeron en cadenas para formar proteínas. Las proteínas son albuminoides simples, sustancias de elevado peso molecular que resultan primordiales para la vida de los organismos. Todos sabemos hoy qué son las proteínas, pues han llegado a sernas familiares a través de las tablas del régimen dietético. Están formadas por carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno en proporciones bastante estables.

* La menor partícula indivisible de cualquier sustancia que aún conserva las propiedades químicas de la misma. Una molécula puede estar constituida por dos o más átomos iguales o, más generalmente, diferentes.
** Sustancias grasas de origen vegetal o animal, semejantes en su composición química a las grasas propiamente dichas. ,
 * * * Nombre que reciben los radicales de los ácidos nucleicos.



Las combinaciones químicas siguieron desarrollándose con intensa actividad. Los fosfatos se combinaron con los azúcares para dar glicerofosfatos, y éstos a su vez mostraron afinidad con cualquiera de las cuatro bases, ya bien conocidas: adenina, guanina, citosina y timina. De estas cuatro combinaciones resultaron los nucleótidos que mencionábamos antes, y éstos formaron largas cadenas dando lugar a los ácidos nucleicos.
De este modo hemos presentado, pues, a los principales actores de este primer acto de la creación de vida en la Tierra.
Hasta el momento en que queda a punto, lista para servir, la sopa primordial, ¡cuántos milagros hemos tenido que admirar ya! Antes de pasar a examinarlos con lupa, sigo resumiendo en estilo telegráfico la evolución conducente a la primera célula, con intención de profanar luego el «milagro» con nuestras miradas escudriñadoras.




Programas de todas clases

Es conveniente describir el caso en estilo retrospectivo, pues de esta manera saltan a la vista los célebres detalles sospechosos. Me permito reiterar que los ácidos nucleicos, como decía, están formados por cadenas de nucleótidos, cuya unidad fundamental era un glicerofosfato combinado con adenina, guanina, citosina o timina. Es importante no perder de vista estas cuatro bases. Al nadar por el océano primordial, todo ácido nucleico, de acuerdo con lo que nos enseña la literatura especializada3, podía estar seguro de encontrarse con otro ácido nucleico para formar una cadena. Dado que todo ácido nucleico contiene a estos cuatro grandes de entre las bases nitrogenadas adenina/guanina/citosina/timina-, se tiene la posibilidad de llegar a grandes cadenas de ácidos nucleicos: la adenina está impaciente por combinarse con la timina, mientras que la guanina busca la citosina como bajo los efectos de una atracción magnética.
Con este constante forjarse de cadenas de ácidos nucleicos se formaron (y se forman) secuencias dobles a modo de doble hélice: nos referimos al famoso DNA (ácido desoxirribonucleico). Dicho DNA es el último eslabón químico que precede a la vida propiamente dicha, ¡y al mismo tiempo el invento más genial de la naturaleza! Todo organismo tiene su DNA específico, y cada uno de éstos contiene un código donde están inscritas todas las características de la especie a que corresponde. Por tanto, cada especie está programada en cuanto tiene de especificidad. ¡Pero lo más tremendo es que tan complicado programa está acumulado en todas y cada una de las células! El hombre, por ejemplo, con sus 50 billones de células, lleva consigo «su» programa reproducido 50 billones de veces (recordemos que un billón = 1012).

Celula animal
Por consiguiente, el DNA es la «clave» de la vida, pero ¿qué es la «vida»?

Se nos dice que la vida va ligada siempre a un organismo, que en su expresión más simple posible es la célula. El que un organismo esté vivo o no, se conoce por su intercambio de sustancias y de energía, pero también por la facultad de crecer y reproducirse. La vida se define por sus funciones.
A decir verdad, hoy esta definición ya no es válida. Un virus, por ejemplo, no tiene metabolismo químico ni energético independiente; el virus no come nada ni excreta nada. Su reproducción (duplicación) se produce en el seno de células ajenas, de las que vive parásito. No ha faltado quien me dijese que vida es todo cuanto se mueve bajo el microscopio. Es fácil demostrar que esto tampoco es cieno: bajo un microscopio electrónico potente se mueven incluso las sustancias inorgánicas; como partículas eléctricamente cargadas que son positivas o negativas, se atraen o repelen. Por tanto se observan movimientos, aunque el sustrato no sea cosa «viva ». Hoy por hoy es casi imposible la distinción exacta entre materia animada e inanimada. Lo más práctico es convenir en que la vida orgánica es un fenómeno caracterizado por la propiedad de absorber energía y la de dividirse, es decir, reproducirse a sí misma.
En este sentido, la célula representa la forma más elemental de la vida primitiva.
¿Cómo halló su origen?

LA INFLACIÓN DE LOS GRANDES NÚMEROS

En comparación, una quiniela es jugada segura

El aficionado a realizar operaciones con grandes números va a encontrar ahora materia de su gusto.
En latín «hélice» significa «espiral». Cuando los bioquímicos Watson, Crick y Wilkins presentaron su modelo de la molécula de DNA en forma de doble cadena de ácidos nucleicos -descubrimiento que les valió el premio Nobel en 1962-, le dieron el nombre de doble hélice, doble espiral.
Los ramales de este doble arrollamiento pueden abrir sus eslabones y dar lugar a reproducciones de su propio modelo, empleando los nucleótidos que los rodean, elementos constituyentes de los ácidos nucleicos como sabemos. Los ramales del DNA se separan, y uno a uno los nudeótidos van a «enchufarse, como si dijéramos, en la base que les corresponde. (Dicho sea de paso, una base es la sustancia que se combina con un ácido para formar una sal.) Lógicamente, las moléculas recién formadas contienen un ramal de la antigua y otro de nueva formación, producido por combinación con las bases químicas presentes. Las nuevas moléculas son idénticas a las «viejas»; lo que se ha producido es una réplica a duplicado. En consecuencia, las sustancias químicas «muertas» habrían dado lugar a una forma primitiva de vida, la célula. Y, si queremos atenemos a dicho esquema, esa célula habría «nacido» por azar.

Pero, amigos, el azar obedece a leyes propias: para la formación de la primera célula hubieron de combinarse las moléculas exactamente precisas, sin añadir ni quitar nada.
¿Qué grado de probabilidad podemos atribuir a un azar de esta especie?
Tenemos sobre la mesa un dado numerado del uno al seis. La probabilidad de obtener la secuencia 1 + 2 arrojando el dado dos veces es de 1/36. Pero ningún demonio del juego puede obligar a los dados a presentar la serie 1 + 2 en un número determinado de tiradas; ni siquiera 36 tiradas representarían más que una cierta probabilidad. La serie 1 + 2 puede salir en seguida, o puede tardar muchísimo.4 Basta acercarse a la ruleta de un casino y fijarse en las caras de los jugadores que siguen un «sistema» para convencerse de lo insegura que es la repetición de un determinado resultado, o la aparición de un número dado en el momento preciso.

A la vuelta del siglo, los malabaristas del cálculo de probabilidades se pegaban un tiro detrás del casino. Hoy prefieren desaparecer sin pagar la cuenta del hotel. Pero sus relaciones con las probabilidades siguen siendo igualmente inestables.
Para sacar los números 1 + 2 + 3 en esta secuencia, contamos con una probabilidad entre 216, pero recordemos que no es seguro que 216 tiradas nos condujesen al resultado deseado.



La evolución es imposible

El doctor James F. Coppedge ha propuesto un divertido juego matemático:
Tomemos un alfabeto de 26 letras•. Si escribimos esas 26 letras en pequeños cartones, metemos éstos en un sombrero y agitamos bien, la probabilidad de sacar un «A» podrá calcularse en 1/26.

• Excluyendo la eh, la 11 y la ñ o la w, a elegir. (N. del T.)

La palabra EVOLUCIÓN consta de nueve letras dispuestas con arreglo a una secuencia fija. La probabilidad de sacar las letras del sombrero en el orden correcto sería de: *

1/5.429.503.678.976.

Este número tan insignificante resulta de multiplicar el número de letras, o sea 26, nueve veces por sí mismo.
Si una persona se dedicase a sacar letras del sombrero día y noche sin descanso, a razón de una cada cinco segundos, necesitaría unos 800.000 años para efectuar el número de extracciones que expresa el denominador… y aún no es seguro que llegase a componer la palabra EVOLUCIÓN

La afición matemática de Coppedge le incitó a sacar más punta al juego. Por lo visto se trata de un sabio de la especie menos corriente: ¡tiene sentido del humor! El título de su tesis: Evolution is impossible(La evolución es imposible) le sirvió como tema de su ejercicio de cálculo.
La frase consta de 21 letras y dos espacios en blanco entre las palabras. Para tenerlos en cuenta introduciremos en nuestro sombre ro dos cartones con un cero. ¿Qué cifra expresa la probabilidad de sacar del sombrero la provocativa frase EVOLUTION IS IMPOSSIBLE correctamente ordena da?
Solución: 1/8.343.900.000.000.000.000.000.000.000.
Para formarse una idea de lo que significa este denominador, Coppedge propone una máquina que funcionaría a la velocidad de la luz, y por ello sería capaz de efectuar cada segundo un billón (= un millón de millones) de extracciones, leyéndolas y devolviéndolas al sombrero una a una. Para sacar en el orden correcto la breve frase EVOLUTION IS IMP0SSIBLE, la imaginaria máquina tendría que funcionar sin detenerse y sin averías durante 26.000.000.000.000.000.000 de años.
Y aun así el resultado dista mucho de ser seguro.

* Devolviendo el cartón al sombrero después de cada extracción. (N. del T.)

Para demostrar que la vida en nuestro planeta se creó a partir de moléculas muertas, la teoría de la evolución cuenta con probabilidades aún más remotas que las que acabamos de exponer en nuestro ejemplo. En el océano primordial, dicen, las cadenas largas de aminoácidos dieron lugar a las proteínas. Pero las proteínas no se crean de milagro, sino que exigen la presencia de enzimas (fermentos) y es imposible que la producción ilimitada de aminoácidos, enzimas y proteínas se desarrollase en el océano primordial de la manera que nos describen, porque hay una ley inexorable que se opone a ello: la ley de las concentraciones molares de la química física.
Esta ley fundamental y completamente indiscutida dice que una reacción química -bien sea en fase gaseosa o en solución-no continúa hasta el agotamiento de las sustancias que reaccionan, sino que cesa tan pronto como se ha establecido el equilibrio químico. Podríamos introducir bacterias en un recipiente de agua y observar cómo se reproducen rápidamente por bipartición esos diminutos seres unicelulares. El agua no impide que se multipliquen las bacterias. Pero las moléculas, que son lo que nos interesa por ahora, son materia muerta y no se multiplican. En el océano primordial, la ley de las concentraciones (tenemos ahí, por una vez, una ley perfectamente inteligible) no permite que las reacciones continúen indefinidamente, puesto que nos hallamos ante soluciones de bajísima concentración en una enorme masa de agua. Imaginemos la titánica lucha: ¡volúmenes de agua tremendos, superiores a cuanto conocemos hoy, contra las finísimas partículas de aminoácidos aislados!



En este breve resumen no puede ni siquiera abordarse el cúmulo de las casualidades que debió exigir la creación de la vida. De todos modos, veamos cómo el caldo primigenio debió servir de medio donde se produjo la combinación de los glicerofosfatos con una de las cuatro bases fundamentales adenina, guanina, citosina y timina, dando lugar a los nucleótidos. Entonces los nucleótidos fueron flotando hasta encontrarse -casualmente, ¡cómo no!-con otros nucleótidos apropiados y entonces todos se combinaron entre sí, y entonces estas combinaciones produjeron, por azar, cómo no, ese elixir de la vida: los ácidos nucleicos.
No.
A la ciencia le gusta pasar por ser exacta, y en sus demostraciones rechaza siempre que puede la intervención de la casualidad. ¿Cómo es posible que admita aquí lo que en otros lugares no quiere? ¿Cómo puede transgredir una de sus propias leyes, y de las más demostradas, como es la de las concentraciones molares? ¿Cómo llega a dejar de lado la ley de la entropía, que junto a la de conservación de la energía es el pilar fundamental de la física?

En las transformaciones energéticas, la ley de la entropía sirve para calcular la parte de energía calorífica que no puede convertirse en trabajo mecánico. Para entender bien la aplicación de este difícil principio, conviene recordar que el calor se interpreta como un movimiento desordenado de los átomos y moléculas. Las distintas distribuciones imaginables en cuanto a velocidad y posición de las partículas no tienen todas el mismo grado de probabilidad. Pues bien, se parte del principio de que todo cambio de estado se verifica siempre del estado teóricamente menos probable al más probable. Por ejemplo, el que todas las moléculas de un gas se acumulen en una sola mitad del recipiente es mucho menos probable que una distribución uniforme de dichas moléculas por todo el espacio disponible. En cambio, la teoría de la evolución, única que cuenta con las bendiciones oficiales, da por supuesta la posibilidad menos probable, el cambio de estado que implica paso espontáneo del desorden al orden. ¡Y todo por mero azar! ¡Señores, por favor!


Charles Darwin
¿Cabe admitir el milagro como demostración?

Las leyes físico-químicas se oponen a todas esas reacciones que se postulan tan a la ligera, pero hay más. A mi modo de ver, la probabilidad matemática, o tal vez sería mejor decir la improbabilidad, también milita en contra de ellas. Cada combinación de moléculas es, de por sí, mero azar. Pero una combinación tomada, no de dos en dos, sino con arreglo a una secuencia enormemente complicada, eleva la expresión de la improbabilidad a la máxima potencia. Aquí ya sería más justo hablar de milagros. Pero la fe en los milagros no concuerda con la mentalidad científica.

Así debió parecerles a los guardianes del Santo Grial darwiniano, puesto que abandonaron esta posición de la doctrina evolucionista. Sin pérdida de tiempo, nos ofrecen una nueva teoría. Dicen que las proteínas no se formaron en el mar primigenio, sino en los bordes de los cráteres. Con permiso de la ley de concentraciones molares, y casi por arte de magia, tenemos que las reacciones químicas se desarrollaron en las grietas y porosidades de la roca.

Un fenómeno, un prodigio. Las proteínas, como ya sabemos, son albuminoides, y los albuminoides no resisten el calor. Si la formación de las proteínas se hubiese desarrollado, efectivamente, en tan inhóspitos lugares, los albuminoides que las componen se habrían degradado en seguida. Las amas de casa inteligentes tienen en cuenta la inestabilidad de los albuminoides, cuando ponen ciertos alimentos al baño María en lugar de hervirlos.

Ahora bien, la célula originada por el DNA necesita proteínas en buen estado, puesto que -¡mal que les pese!-sin albuminoides no hay célula. Lo juro: no es culpa mía si las cosas son así, aunque en algún libro sabio las cuenten de otro modo.

Atengámonos fielmente al panorama que nos describe la teoría de la evolución. Según ella, en el mar primordial flotaba una delgada capa, una película de lipoides, sustancias semejantes a las grasas. Nadaban en ella cadenas de DNA y racimos de aminoácidos. Cuando el gran diluvio primitivo cayó sobre esa película de lipoides, la misma fue perforada por las gruesas gotas de agua, formándose burbujas con una proporción de DNA aminoácidos, proteínas y nucleótidos. El diminuto laboratorio químico constituido en el interior de cada burbuja se estabilizó, pero finalmente las burbujas reventaron a con secuencia de la agitada actividad interior. Puesto que el DNA tiene la propiedad de combinarse para fabricar duplicados de sí mismo, estos procesos fueron repitiéndose en serie, con lo cual tenemos la forma más elemental de la reproducción.



Los ingredientes necesarios para este proceso, que hasta hace bien poco se encontraban en los bordes de los cráteres, ahora aparecen de pronto en grandes concentraciones, flotando sobre el mar primordial. En tremendas concentraciones, diría yo incluso, pues apenas cabe el pensar que las gotas de agua cayesen por coincidencia exactamente en aquellos lugares de la película de lipoides que contenían el famoso DNA. ¿O es que las gotas de lluvia también entran en el gran juego de azar? Demasiados cocineros echa a perder el caldo primordial... Naturalmente, los bioquímicos conocen bien estas y otras contradicciones de la teoría que quiere explicar la primera formación de vida sobre la Tierra. Hay muchos puntos sospechosos; yo no he hecho sino entresacar algunos.

¿Cómo soldar esos puntos para dejarlos reducidos a rastros apenas visibles de una investigación descaminada? Sigue en pie el monolito más importante de los que se proponía derribar la ciencia: En algún momento, a lo largo de miles de millones de años, las sustancias inanimadas debieron disponerse en un orden, capaz de dar lugar a lo que llamamos «vida»; pero ... ¿cómo?


………………………………………………………………..

Enrique de Vicente, director de la revista Año Cero
De la revista AÑO CERO, nº 10-267 (Octubre 2012)

JARDINEROS CÓSMICOS
(Enrique de Vicente)

La hipótesis de que la vida en la Tierra fue sembrada por una nave extraterrestre seguirá pareciendo una de tantas ideas locas que venimos publicando en esta revista. Pero nuestro informe demuestra que es compartida por varios de los más geniales biólogos y astrofísicos. Comenzando por quien recibió el Nobel por su descubrimiento del ADN, quien dedicó todo un libro a discutir esta posibilidad.
Si algo resulta especialmente repugnante en la misma para muchos racionalistas es que implica aceptar las evidencias de que la inmensa complejidad de la vida parece corresponderse con un Diseño Inteligente. Una idea también defendida por algunos científicos, que ven tras ella la mano de un Creador, y que ha sido refutada por una mayoría, encabezada por Richard Dawkins, quien sí acepta como posible la Panspermia Dirigida de origen extraterrestre.
Lo interesante es que el primero que la propuso fue el astrofísico soviético Shklovski, en un libro que en 1966 fue reescrito en inglés, junto a Carl Sagan, donde discutían las evidencias que podrían encontrarse en antiguos mitos y tradiciones acerca de un paleocontacto con extraterrestres en épocas remotas. El problema fue que, tan sólo un año después, el hotelero Erich von Daniken lanzó un best-seller mundial, en el cual defendía esta misma idea valiéndose de evidencias tan endebles como inaceptables para cualquier racionalista. Tanto éste como el resurgir de otras creencias alternativas pusieron a la defensiva a los científicos, incluidos Shklovski y Sagan, quien lógicamente se dedicó a combatirlas.


Pero, medio siglo después, resulta completamente lícito plantear nuevamente esa posibilidad de que civilizaciones infinitamente avanzadas, tanto tecnológica como evolutivamente, se hayan convertido en ingenieros planetarios y sembradores de vida. Incluso debemos preguntarnos si lo lógico no es suponer que esos jardineros cósmicos deberían prestar suma atención a su creación, en un momento crucial donde ésta puede fracasar estrepitosamente o dar un salto evolutivo inimaginable ... Abstenerse de hacerlo, argumentando la imposibilidad de cruzar las inmensas distancias interestelares o burlándose del comportamiento ininteligible de los OVNIS, sería tan absurdo como escuchar a los brillantes científicos que hace algo más de un siglo consideraban imposible que algo más pesado que el aire pudiese volar.

ALGUNAS CONCLUSIONES PRELIMINARES

“Crick, Premio Nobel de Medicina por descubrir la estructura del ADN, defendía que seres alienígenas crearon la vida en la Tierra”.

“Según Fred Hoyle, uno de los astrofísicos más importantes de la historia, la vida fue creada por una inteligencia no humana.”

“La comunidad científica se niega a aceptar que la vida es producto de la ingeniería genética solo por cuestión de fe.”

“Según un puñado de bioquímicos, algunas estructuras orgánicas son en realidad maquinas que «alguien» ha tenido que construir.”

“Una civilización alienígena podría haber creado millones de virus y lanzarlos al universo dentro diminutas cosmonaves.”

“Algunos científicos especulan con la posibilidad de que en nuestro «ADN basura» exista un mensaje alienígena codificado”



NUESTRO ADN ES EXTRATERRESTRE
(Miguel Pedrero)


PRUEBAS CIENTÍFICAS DE UNA VERDAD TRANSCENDENTE: SERES DE OTRO MUNDO CREARON LA VIDA EN LA TIERRA

Hallazgos en campos tan dispares como la genética, la biología, la bioquímica o la astrofísica apuntan hacia una evidencia desestabilizadora: que una inteligencia no humana –quizá una civilización alienígena, como sostienen aclamados científicos- fabricó de modo artificial ADN terrestre, ensamblando determinados elementos por medio de ingeniería genética y codificando en el mismo la información necesaria para el surgimiento de la vida en nuestro planeta. Esta  tesis ha sido y es defendida por investigadores de primer nivel, como el descubridor de la estructura del ADN y Premio Nobel de Medicina por dicho hallazgo…


En 1953, Harold Urey y Stanley Miller, dos científicos de la Universidad de Chicago (EE.UU.), llevaron a cabo un experimento, calificado por la prensa del momento como “el más sorprendente de todos los ensayos”. Ambos investigadores habían creado una mezcla formada por moléculas simples de metano, amoniaco, hidrogeno y vapor de agua que introdujeron en una vasija con agua. Su intención era reproducir el “sopa primordial”, en la que presumían había nacido la vida en la Tierra por primera vez miles de millones de años atrás.
Acto seguido, sometieron a la mezcla a una serie de chispas eléctricas, a fin de simular los “rayos primordiales” que, según estos investigadores, actuaron como detonantes para el surgimiento de las primeras células vivas. En realidad el experimento solo generó varios aminoácidos e hidroxiácidos: dos moléculas que deben “ensamblarse” para dar lugar a las proteínas, macromoléculas esenciales para el funcionamiento de cualquier celula. Sin embargo, nada explicaba de cómo se formaron las primeras de estas macromoléculas. Por otro lado, no basta solo con la configuración de una proteína para el surgimiento de una celula viva. Esta necesita de los llamados ácidos nucleídos, que contienen el código genético (ADN y ARN), encargado de transmitir a la célula las instrucciones para su propia reproducción.
En definitiva, “el más sorprendente ensayo de la historia”, que todos hemos estudiado en el colegio como la prueba de que la vida surgió de forma casual y espontánea, únicamente consiguió formar compuestos inertes, que nada aclaraban sobre el nacimiento de las primeras células vivas: las unidades básicas de todo ser, capacitadas para absorber nutrientes –alimentos- y reproducirse en nuevas células.

James D. Watson y Francis Crick
El mismo año que Urey y Miller realizaron su famoso ensayo –en 1953-, los biólogos James D. Watson y Francis Crick hicieron uno de los grandes hallazgos de la humanidad: descubrieron la estructura del ADN en forma de doble hélice, lo que complicaba mucho mas la explicación de que la vida había nacido en la Tierra de forma casual. Por su logro, Watson y Crick recibieron el Premio Nobel de Medicina en 1962, convirtiéndose por derecho propio en los dos científicos mas influyentes del siglo XX.

PRESTIGIOSOS INVESTIGADORES A FAVOR DE LA HIPOTESIS ALIENIGENA

Las moléculas de ADN –acido desoxirribonucleico- se constituyen en forma de dos sartas retorcidas, conectadas mediante una serie de “aros”, formados por cuatro compuestos orgánicos enormemente complejos, los cuales se pueden combinar por pares en infinitas secuencias y quedan “sujetos” mediante compuestos de azúcar alternados con fosfatos. En definitiva, un trabajo de “ingeniería” de una complejidad apabullante, del que todavía desconocemos prácticamente todo, a pesar de los científicos involucrados en el Proyecto Genoma Humano lograron identificar y cartografiar los aproximadamente 20.000 – 25.000 genes por los que esta constituido cualquier ser humano. De momento, solo tenemos nuestro “mapa genético” pero siquiera hemos empezado a decodificarlo.


El Proyecto Genoma Humano, dotado con un presupuesto de 280.000 millones de dólares, se puso en marcha en 1990, bajo los auspicios del Departamento de Energía y los Institutos Nacionales de Salud de EE.UU. James Watson, codescubridor de la estructura del ADN junto a Francis Crick, fue el director de esta magna iniciativa científica, recibiendo numerosos reconocimientos por ello. Watson y Crick manifestaron en sus apariciones públicas la consternación que les causaba la complejidad del funcionamiento de nuestro código genético.
El primero se mostró mucho más cauto en sus declaraciones, pero Francis Crick siempre se caracterizó por dar a conocer sus opiniones de una forma clara y rotunda, sin medias tintas ni ambigüedades.

Por ello, pocos se sorprendieron cuando en 1973 publicó un artículo con el laureado químico Leslie Orgel en la revista Icarus (vol. 19). En dicho trabajo defendía una teoría que ya conocían muchos de sus compañeros científicos: que la vida en nuestro planeta había sido inseminada «por la actividad deliberada de una civilización extraterrestre».
Francis Crick era consciente -al igual que muchos otros genetistas- de que la estructura del ADN en forma de doble hélice parecía haber surgido de la nada, pues no se habían encontrado pasos intermedios previos a su formación. Por tanto, dedujo que la única posibilidad es que hubiera llegado a nuestro planeta ya conformada. La probabilidad de que organismos vivos extraterrestres «aterrizaran» en nuestro planeta a bordo de un meteorito o por esporas empujadas a nuestro mundo a causa de la presión ejercida por la radiación de una estrella –tal como defiende la hipótesis de la panspermia-, es prácticamente nula según Crick, pues ningún organismo vivo resistiría a los rigores de tal viaje espacial.
Orgel y Crick escribieron en lcarus: "Como alternativa a esta teoría propia del siglo XIX –la panspermia-, nosotros consideramos la panspermia dirigida, la teoría que concibe que los organismos vivos fueron deliberadamente transmitidos a la Tierra por seres inteligentes de otro planeta. Concluimos que es posible que la vida alcanzara la Tierra de esta manera... ».


UNA NAVE HACE 3.800 MILLONES DE AÑOS

Nuestro sistema solar nació hace «sólo» unos 4.600 millones de años, pero otros sistemas solares del universo pueden tener más de 10.000 millones. Por tanto, escribieron ambos científicos, esta circunstancia hace posible "la existencia de sociedades tecnológicamente avanzadas en algún otro lugar de la galaxia, antes incluso de la formación de la Tierra».
De hecho, los últimos hallazgos de planetas extrasolares -localizados fuera de nuestro sistema solar-, les dan plenamente la razón. Por ejemplo, el planeta PSR B1620-26b, situado a 12.000 años luz de la Tierra y conocido extraoficialmente entre los astrofísicos como «Matusalén », puesto que su antigüedad se calcula en 12.700 millones de años. Por tanto, incluso antes del nacimiento de la Tierra, podría haber existido vida en el mismo.

En su artículo, Orgel y Crick sugerían a la comunidad científica que «tenga en cuenta esta nueva teoría “infecciosa”, a saber, que una forma de vida primitiva puede haber sido deliberadamente plantada en la Tierra por una civilización de otro planeta». Pero, ¿cómo habría llegado a nuestro mundo? Orgel y Crick sugerían que los microorganismos que hicieron posible el surgimiento de la vida, podían haber sido introducidos en una nave espacial diseñada especialmente para tal misión. Viajarían, por tanto, bajo toda clase de medidas para conservarlos adecuadamente, hasta que la cosmonave hubiera alcanzado su objetivo. En este caso, la Tierra.
Muchos colegas criticaron abiertamente a ambos investigadores por su arriesgada teoría, pero bastantes de ellos cambiaron de opinión años después, cuando se descubrió que sólo unos veinte aminoácidos de la gran cantidad que existen, forman parte de todo organismo viviente de la Tierra, independientemente de cuándo comenzara su evolución, puesto que el mismo ADN -constituido por los mismos cuatro nucleótidos- está presente en todos los seres vivos de la Tierra.


ORIGEN ET DEL «GEN PRIMORDIAL»

A causa de este sorprendente hallazgo, los casi 300 científicos, procedentes de 22 países, que se reunieron en 1986 en un Congreso sobre los Orígenes de la Vida, celebrado en Berkeley (EE UU), concluyeron que la hipótesis de la fortuita «sopa primordial» ya no se podía seguir aceptando siquiera como una remota posibilidad, pues en ese caso debería existir una amplia variedad de códigos genéticos. Sin embargo, los descubrimientos en el campo de la genética venían a demostrar, según escribieron estos científicos, precisamente todo lo contrario:
«Que la totalidad de la vida en la Tierra, desde las bacterias hasta las secuoyas o los seres humanos, evolucionó a partir de una única célula ancestral». Pero, ¿cómo surgió dicha célula ancestral?
La mayoría de los asistentes se avinieron a considerar que «el suministro de precursores orgánicos para la vida fue acrecentado desde el espacio», aunque otros, menos cautos, se mostraron convencidos de que una célula plenamente formadas había llegado a la Tierra proveniente del cosmos.

SORPRENDENTE HALLAZGO CIENTÍFICO

En 1989, el premio Nobel de Química Manfred Eigen y su equipo de la Sociedad Max Plank para el Avance de la Ciencia (Alemania) lograron secuenciar hacia atrás el ARN -ácido ribonudeico, que contiene la información genética procedente del ADN para utilizarse en la síntesis de proteínas-, encontrando que el origen de la vida tuvo lugar hace 3.800 millones de años, con una oscilación de más o menos 600 millones.
Según Eigen, en ese momento pudo aparecer el «gen primordial». Pero añadió que si nuestro código genético tuviera más de 3.800 millones de años, «esto sólo sería posible en el caso de un origen extraterrestre» del mismo.

Con el paso del tiempo, Francis Crick siguió pensando lo mismo que décadas atrás en cuanto al origen de la vida en nuestro planeta. No mucho antes de su fallecimiento en 2004, el famoso periodista Michael Drosnin pudo hablar con el científico sobre este asunto:
Michael Orosnin: ¿Es posible que nuestro ADN provenga de otro planeta?
Francis Crick: Yo publiqué esa teoría hace tiempo. La llamé panspermia dirigida.
M. D.: ¿Cree entonces que la vida vino en un meteorito o en un cometa?
F. C.: No. Cualquier cosa viviente se habría muerto en un viaje tan accidental a lo largo del espacio.
M. D.: ¿Está diciendo, entonces, que nuestro ADN llegó aquí en un vehículo?
F. C.: Es la única posibilidad.



EN BUSCA DEL «INGENIERO ANCESTRAL»

Pero Francis Crick no ha sido el único científico de renombre internacional en defender tal teoría, en base a los datos de los que disponemos. Uno de los grandes astrofísicos de todos los tiempos, Sir Alfred Hoyle, antiguo director del Instituto de Astronomía de la Universidad de Cambridge (Reino Unido), piensa más o menos lo mismo. En su libro El Universo Inteligente (Grijalbo, 1984) escribió: «Los evolucionistas confiesan que la probabilidad de que los átomos y las moléculas apropiadas se juntaran debidamente para formar tan solo una molécula proteínica sencilla es de una entre 10113 (es decir, de diez  seguido de 113 ceros!). Éste es un número mayor que la cantidad total de átomos que se calcula para todo el universo...
Los matemáticos consideran que cualquier suceso que tenga una probabilidad de ocurrir menor de una entre 1050 nunca sucede. Además, para la vida se necesita más que una simple molécula de proteína. Tan sólo para que una célula se mantenga activa son necesarias 2.000 diferentes proteínas, y la probabilidad de que todas ellas se presenten al azar es de sólo una entre 10 40.000 Este cálculo desestima la afirmación de la creación espontánea».

Fred Hoyle defiende su tesis mediante una metáfora más que descriptiva: «La posibilidad de que los aminoácidos de una célula humana se puedan unir al azar es matemáticamente absurda. La falta de credibilidad de la casualidad es matemáticamente demostrable con esta analogía: ¿Cuáles son las posibilidades de que un tornado que pase por un montón de basura que incluye todas las partes de un avión, provoque que accidentalmente se junten y formen otro avión listo para despegar? ( ... ) Esto significa que no es posible que la célula pase a existir por medio de coincidencias y, por tanto, tiene que haber sido creada. ( ... ) La vida no puede haberse producido por casualidad. Hay una Inteligencia coexistente con el universo, y esa Inteligencia y el universo se necesitan mutuamente».
A continuación, el astrofísico arremete contra la comunidad científica, que tiende a negar lo evidente a causa de una serie de dogmas centenarios que carecen de sentido: «En realidad, esta teoría -que la vida fue creada por alguna clase de inteligencia- es tan obvia que uno se asombra de que no sea aceptada como algo autoevidente. Las razones son psicológicas antes que científicas. La materia no puede generar vida por sí misma sin una intervención deliberada».



LA RESPUESTA DEL DISEÑO INTELIGENTE

En cuanto a la manida hipótesis del «caldo primordial» a la que hemos aludido al principio del presente reportaje, Hoyle muestra su escepticismo, no carente de humor: Si hubo un principio básico de la materia que, de alguna manera, condujo a los sistemas orgánicos hacia la vida, su existencia debería ser fácilmente demostrable en laboratorio. Por ejemplo, uno podría tomar una bañera donde preparar el caldo primitivo y llenarla con cualquiera de los elementos químicos de la naturaleza biológica que le plazca. Después se pueden bombear los distintos gases que más le gusten sobre esos elementos químicos, o a través de ellos, e irradiar con el tipo de radiación que se le ocurra...
Dejemos a continuación que el experimento prosiga durante un año, y veamos después cuántas de las 2.000 enzimas (proteínas producidas por células vivas) han aparecido allí. Yo le daré la respuesta, así ahorrará tiempo, los problemas y los gastos para hacer el experimento.
No encontrará nada en absoluto, excepto, posiblemente, un sedimento aglutinado compuesto de aminoácidos y otros elementos químicos orgánicos simples.

Richard Dawkins
El prestigioso zoólogo Richard Dawkins también se mostró partidario de la teoría de la panspermia dirigida como probable respuesta para el surgimiento de la vida en nuestro planeta. Dawkins, uno de los mas acérrimos defensores de las teorías evolucionistas de Charles Darwin, se hizo conocido por El gen egoísta (Salvat, 1976), obra en la cual aplicaba las tesis darwinistas para explicar el desarrollo de los genes. Aunque su salto a la fama internacional le llegó con la publicación de El espejismo de Dios (Espasa, 2008), libro en el que defendía la inexistencia de un Dios Creador. La fe en una deidad, sostiene Dawkins, es en realidad un espejismo, una falsa creencia. De hecho, se muestra de acuerdo con una famosa frase que dice así: “Cuando una persona sufre una alucinación se le llama locura. Cuando la sufren muchas, se trata de una religión”.

Sin embargo, durante el transcurso de una entrevista con el periodista Ben Stein, se mostró de acuerdo con la hipótesis de Francis Crick y Frede Hoyle en cuanto al nacimiento de la vida terrícola. Eso si, sin desviarse un apice de la mas pura ortodoxia darwiniana. –Podría ser que en cierto momento de nuestro remoto pasado –aseguró- en algún lugar del universo, una civilización haya evolucionado por alguna clase de medio darwiniano hacia un alto nivel tecnológico, desarrollando una forma de vida que pudieron sembrar en nuestro planeta. Se trata de una probabilidad intrigante. Es posible encontrar alguna evidencia de ello si estudiamos los detalles de la bioquímica y la biología molecular, pues se podría encontrar la firma de algún tipo de diseñador. Y ese diseñador bien podría ser una inteligencia superior de otro lugar del universo. Pero esa inteligencia superior sí habría tenido que surgir por un método explicable en última instancia. No podría haber llegado a existir espontáneamente».

Desde mi punto de vista, las palabras de Dawkins son «un quiero y no puedo». Por un lado, en base a lo que sabemos sobre bioquímica y biología, se postula a favor de la tesis de que una inteligencia extraterrestre pudo crear la vida en la Tierra, pero añade que estos «ingenieros del cosmos» tuvieron que evolucionar en su lugar de origen de un modo darwinista que, de momento, desconocemos. En otras palabras: que la vida surgiera en nuestro mundo de forma casual es altamente improbable, pero en algún otro planeta tuvo que suceder así, aunque no sepamos cómo. Vamos, una exposición contradictoria donde las haya.



ES OFICIAL: PROCEDEMOS DEL ESPACIO

Por otro lado, diversos científicos, sabedores de la inconsistencia de la teoría del caldo primordial para explicar el nacimiento de vida en la Tierra, se han apuntado a la hipótesis de que la misma tendría un origen extraterrestre, pero no inteligente. Es decir, que habría llegado a bordo de un meteorito. Se trata de una remotísima –por no decir imposible- posibilidad, como apuntaba Fancis Crick, pues ninguna forma de vida sería capaz de sobrevivir a tal viaje por el cosmos. Sin embargo, ciertas instituciones académicas del establishment científico apuestan cada vez más por dicha teoría, escabulléndose así de la hipótesis de la panspermia dirigida.
De hecho, cada cierto tiempo surgen noticias en tal sentido, que siempre constituyen la prueba definitiva, pero que al final acaban diluyéndose como un azucarillo en una taza de café bien caliente.
Por ejemplo, en 2011 los medios de comunicación de todo el planeta publicaron a bombo y platillo que la NASA había confirmado que la vida surgió a consecuencia del impacto de un meteorito. En realidad, la información aludía a que investigadores del Centro Goddard de la NASA habían encontrado en un meteorito dos de las bases nucleares -adenina y guanina- necesarias para conformar el ADN. Sin embargo, este hallazgo no tenía nada de extraordinario y mucho menos explicaba cómo se había formado la compleja estructura del ADN.

Otra noticia que dio la vuelta al mundo decía así: «Científico de la NASA encuentra en meteoritos evidencias de vida fuera de la Tierra». El Dr. Richard B. Hoover había realizado diversos viajes a zonas remotas, como la Antártida, Siberia o Alaska, para recolectar muestras de meteoritos. Dos de sus hallazgos, según afirmaba, serían meteoritos extremadamente raros, de los que sólo se conservan nueve en la Tierra.

Conocidos como condritas carbonáceos, los científicos suponen que son más antiguos que nuestro sistema solar. Pues bien, Hoover aseguraba haber encontrado en los suyos fósiles que semejaban restos de bacterias. Sin embargo, pocos días después, cuando ya se había apagado el interés informativo en el tema, las afirmaciones de Hoover fueron refutadas por los especialistas. Así, Carl Pilcher, director del Instituto de Astrobiología de la NASA, declaró: «Nadie en la comunidad científica, nadie en la comunidad de expertos analistas de meteoritos, ha apoyado las conclusiones de Hoover». Y sentenció: «La explicación más sencilla para los hallazgos del señor Hoover es que en realidad detectó microbios de la Tierra».

Por otro lado, la NASA emitió un comunicado de prensa, firmado por Paul Hertz, jefe de la División de Ciencias de la agencia espacial estadounidense, en el que se cuestionaba el descubrimiento de Hoover, pues no había sometido sus pretendidos descubrimientos a un proceso de revisión por parte de otros científicos... « La NASA no puede apoyar o respaldar una afirmación científica a menos que haya sido revisada por expertos cualificados», dijo Hertz».

DARWIN SE EQUIVOCÓ

En 1996 se publicó la primera edición de La caja negra de Darwin (Editorial Andrés Bello), obra en la que el reputado bioquímico Michael J. Behe, antaño defensor de la teoría evolucionista de Charles Darwin, planteaba una serie de evidencias que tiraban por tierra dicha hipótesis como método explicativo del nacimiento de la vida. Es más, concluía que los últimos hallazgos en el campo de la bioquímica apuntaban en la dirección de un diseño inteligente. Es decir, que la vida brotó en nuestro planeta por la acción deliberada de una inteligencia no humana.
A principios del siglo XX surgió la tesis del neodarwinismo para dilucidar cómo se formó la primera célula viva de la historia. Dicha hipótesis combinaba la visión darwinista de la evolución con lo que entonces se sabía sobre distintas ramas científicas, como la genética, la
embriología, etc. Sin embargo, entonces no había microscopios electrónicos y, por tanto, nada
se conocía sobre la enorme complejidad estructural de la célula. Tampoco existía la bioquímica
como tal, de modo que .. al igual que la biología tuvo que reinterpretarse después del descubrimiento de la complejidad de la vida microscópica, el neodarwinismo debe ser considerado a la luz de los avances en la bioquímica, escribió Michael J. Behe, profesor de la Cátedra de Bioquímica en la Universidad de Lehigh (EE UU), quien investigó durante años los secretos de la estructura del ADN en el lnstituto Nacional de Salud estadounidense.

Según la hipótesis de Darwin, toda forma de vida -igual un animal o un ser humano que una célula- evoluciona por medio de la selección natural: mutaciones sucesivas y leves a lo largo de amplios periodos de tiempo, mediante las cuales las especies se adaptan mejor a su entorno.
Por tanto, aquellos miembros de una determinada especie peor adaptados biológicamente al medio en el que se desarrollan, terminan desapareciendo, para dar lugar a los más aptos. Nadie duda de que el darwinismo puede aclarar el porqué de determinados cambios en la estructura física de las especies, a fin de que se puedan aclimatar mejor a su entorno, pero cada vez más científicos se muestran convencidos de que no sirve para explicar el origen de la vida. El propio Darwin escribió: «Si se demostrase que existió cualquier órgano complejo que no pudiera haber sido formado por medio de modificaciones numerosas, sucesivas y leves, mi teoría sería absolutamente destruida».
Pues bien, en la actualidad un buen puñado de bioquímicos dan buena cuenta de la existencia de tales organismos complejos, que atentan directamente contra la tesis darwinista.


DESCUBREN INGENIOS MOLECULARES

La fe en Darwin de Michael J. Behe se vino abajo cuando estudió en profundidad la estructura de los cilios -unos orgánulos exclusivos de las células eucariotas- y los flagelos bacterianos - una estructura filamentosa que sirve para impulsar la célula bacteriana-o Según el bioquímico, los cilios y los flagelos bacterianos son dos ejemplos de «sistemas irreductiblemente complejos» y, por tanto, opuestos a sistemas biológicos formados por «modificaciones numerosas, sucesivas y leves» que constituyen la base de la teoría darwinista. Pero, ¿qué es un sistema irreductiblemente complejo? Básicamente, un sistema compuesto por varias partes que interactúan entre sí para el funcionamiento del mismo. Si se elimina cualquiera de estas partes, el sistema deja de funcionar. Por definición, un sistema irreductiblemente complejo no puede haberse formado por modificaciones numerosas, sucesivas y leves, tal como defiende la tesis darwinista, puesto que cualquier parte por separado no tiene ninguna función, y el proceso de la selección natural necesita un elemento con una función determinada para seleccionar una modificación.
Por tanto, un sistema irreductiblemente complejo tendría que haber surgido como una unidad ya integrada. Dicho en «román paladino», para que todo el mundo lo entienda, lo que viene a defender Behe - y otro puñado de bioquímicos es que en la naturaleza existen estructuras orgánicas que alguien ha tenido que ensamblar.

Representación del movimiento de un Flagelo 
Se trataría, pues, de máquinas resultantes de un proceso de ingeniería genética llevado a cabo por alguna forma de inteligencia no humana. Estructuras de esta clase serían los citados cilios y flagelos bacterianos. En el caso de los últimos, por quedarnos con un ejemplo, Behe hace una descripción de la estructura de los mismos tan sorprendente, que su conclusión es que las partes del flagelo han sido «ensambladas » por «alguien»: «El flagelo es un largo filamento semejante a un cabello empotrado en la membrana de la célula. El filamento externo se compone de un solo tipo de proteína, llamada flagelina. El filamento de la flagelina es la superficie de la paleta que contacta con el líquido durante la natación. Al final del filamento de la flagelina, cerca de la superficie de la célula, hay una protuberancia en el grosor del flagelo. Es aquí que el filamento se una a la transmisión del rotor. La unión material está compuesta de una pieza llamada proteina de codo...


Mediante experimentos se ha comprobado que el motor del flagelo está situado en su base, donde el microscopio electrónico revela la presencia de varias estructuras en forma de anillo.
La naturaleza rotatoria del flagelo tiene unas claras e ineludibles consecuencias...
La teoría darwinista no ha dado explicación al cilio ni al flagelo. Y la abrumadora complejidad de sus sistemas de “natación” nos impulsa a pensar que nunca podrá darle una explicación ».
Por otro lado, los flagelos bacterianos y los cilios constituyen sólo dos ejemplos de sistemas irreductiblemente complejos. Otros son la coagulación de la sangre, el transporte intracelular,
el sistema inmunológico, la biosíntesis de las moléculas complejas o el ojo, por citar algunos ejemplos. Precisamente dicho órgano preocupó hondamente a Darwin, porque la existencia del mismo ponía en riesgo el andamiaje de su teoría. Cuando un fotón de luz penetra por un ojo e impacta contra una célula de la retina, se ponen en funcionamiento una serie de acontecimientos bioquímicos en los cuales intervienen numerosas células: enzimas, coenzimas, vitaminas, etc. Si en cualquiera de estas complejas reacciones sucede el más mínimo fallo, resulta imposible ver con normalidad.



ANTIGUOS INGENIEROS GENÉTICOS

En los últimos años, prestigiosos bioquímicos, conscientes de la fragilidad de la tesis darwinista para explicar el nacimiento de la vida, han propuesta dos nuevas hipótesis alternativas, para no acabar aceptando la evidencia de un diseñador inteligente. Ambas, la teoría de la simbiosis y la de la complejidad -que podrían considerarse neodarwinistas-, son enormemente inconsistentes y tampoco explican el origen de los sistemas bioquímicos complejos.
Michael J. Behe plantea en La caja negra de Darwin la siguiente pregunta retórica: ¿Los sistemas bioquímicos vivos pueden ser hoy en día diseñados en laboratorio? La respuesta obviamente es sí. Ejemplos hay varios (ver recuadro titulado Podemos crear vida). Por lo tanto, la cuestión de si los sistemas irreduciblemente complejos fueron diseñados por una inteligencia no humana, depende únicamente de que exista tal inteligencia.

Pintura rupestre en Tassili, desierto del Sahara, Argelia (en la representación aparecen mujeres nativas que son introducidas en una nave extraterrestre)
Muchos no dudamos de que en la vastedad del universo tienen que existir civilizaciones más avanzadas y millones de años más antiguas que la terrícola. De hecho, el intrincado fenómeno
OVNI apunta, sin ninguna duda, a que inteligencias no humanas hace décadas que están interaccionando con la raza humana. Es más, si estudiamos con objetividad muchas de las milenarias tradiciones sagradas o libros religiosos de antiguas culturas, encontraremos evidencias de la aparición de naves voladoras o dioses no humanos. También antiquísimas pinturas rupestres, como las conservadas en el macizo montañoso de Tassili, en Argelia, muestran aparatos voladores y deidades con toda la pinta de astronautas. En fin, esta vía nos llevaría por complicados vericuetos, demasiado extensos para tratarlos en el presente trabajo.

Paul Davies es un astrofísico que ha ocupado diversos cargos académicos en algunas de las universidades más prestigiosas del mundo y, en 2005, aceptó la presidencia del Grupo de Trabajo de Postdetección del SETI-diferentes proyectos que buscan pistas sobre la existencia de vida extraterrestre--, de la Academia Internacional de Astronáutica. Incluso un cometa se ha bautizado con el nombre de 6870 Pauldavies en su honor. Pero este cosmólogo es fundamentalmente conocido por su labor de divulgación científica en radio, prensa, televisión y a través de sus numerosos libros.

NANONAVES EXTRATERRESTRES

En la última obra que ha publicado, Un silencio inquietante (Crítica, 2011), plantea la posibilidad de que una civilización extraterrestre pudiera haber construido millones de virus, en cuyo interior habría introducido, mediante técnicas de ingeniería genética, miles de bits de información codificada en el ADN o en el ARN de cada uno de los mismos. Estos virus, una vez «empaquetados» en sondas del tamaño de un guisante o menores, habrían sido lanzados ad infinitum por la galaxia, portando una ingente cantidad de información. Cuando una de estas micronaves -o quizá un enjambre de ellas- hallara un planeta con vida celular, liberaría el virus, cuyo ADN infectaría cualquier célula con la que entrara en contacto, insertando el mensaje en la misma. Esta, a su vez, replicaría y transmitiría el «recado» a todas sus generaciones futuras. De este modo, el virus acabaría extendiéndose por todo el ecosistema hospedador, y su información se preservaría durante millones y millones de años, hasta que inteligencias complejas se desarrollaran en ese ecosistema, consiguiendo finalmente secuenciar genomas. En ese momento, podrían dar con el mensaje oculto.
Quizá, plantea Davies, nuestros genetistas están a punto de dar con esa información codificada en el ADN terrestre. Concretamente, el mensaje se encontraría en el llamado «ADN basura», que es aproximadamente el 95% del ADN de cualquier ser vivo de la Tierra. Los genetistas se refieren a este enorme segmento por dicho nombre porque no han hallado su utilidad última, lo que desde luego no excluye que la tenga.


Por tanto, en vez de «basura», sería más correcto denominarlo «ADN desconocido». De hecho, en los genomas de ratones y humanos se han descubierto lo que parecen ser secciones idénticas de ADN desconocido. Este hecho sugiere que dichas secciones se han conservado al menos desde hace unos 40 millones de años, cuando se separaron los antepasados comunes de ratones y humanos.
Por tanto, es posible que algunos fragmentos de este ADN desconocido se replicaran y conservaran durante millones de años, protegiendo sin la más mínima alteración el susodicho mensaje alienígena.
Tal como apunta Davies, esta especulación científica plantea una serie de inconvenientes, para nada insalvables, excepto por el hecho de que la civilización extraterrestre que hubiera lanzado los virus hacia la Tierra, tendría que conocer de antemano la existencia en nuestro planeta de ADN, pues éste podría ser tan sólo una de las muchas formas de codificar la información genética. Sin embargo, esta circunstancia deja de ser un problema si la finalidad de los «ingenieros alienígenas» no fuera la de infectar con virus una célula viva ya existente, sino crear la vida. Por tanto, esos virus con ADN y ARN serían en sí mismos el origen de la vida en la Tierra.

HACIA UNA NUEVA ERA

En definitiva, la teoría de la panspermia dirigida -a pesar de las numerosas evidencias a su favor- cuenta con el rechazo del establishment científico por una cuestión puramente filosófica o, si se quiere, dogmática. En este sentido, hago propias las palabras del bioquímico Michael J. Behe en su libro La caja negra de Darwin: La comprensión de que la vida fue diseñada por una inteligencia es una conmoción para aquellos de nosotros, hijos del siglo XX, que nos hemos acostumbrado a pensar que la vida es el resultado de simples leyes naturales. En otros siglos tuvieron sus conmociones, y no hay razón para pensar que nosotros nos vamos a librar de las mismas.. ....

CRIATURAS MAS ALLA DE LA MATERIA

Muchos astrofísicos denunciaron que los proyectos SETI (acrónimo en inglés de Búsqueda de Inteligencias Extraterrestres) están basados en los actuales paradigmas de la especie humana, pues se apoyan en la creencia de que una civilización extraterrestre avanzada debería haber desarrollado la radio, por lo que podría enviar señales hacia el espacio profundo, que nuestros radiotelescopios son capaces de captar. Sin embargo, es cosmólogo Paul Davies, a la cabeza de un grupo de colegas, plantea que el punto de partida de tales proyectos podría estar equivocado por completo, puesto que una civilización no humana podría haber logrado tal desarrollo tecnológico –incluso millones de años por delante del nuestro- que sus miembros serían capaces de manejar a su antojo el espacio y el tiempo. Por tanto, no necesitarían un receptáculo físico para desarrollarse y entre otras extraordinarias capacidades, serían inmortales. Davies va más allá  y se atreve a teorizar que quizá estos extraterrestres ya han establecido contacto con la raza humana, «mezclando sus mentes con la naturaleza que habitamos»

El biólogo Craig Venter
PODEMOS CREAR VIDA

Craig Venter (derecha) es un biólogo estadounidense que presidió una peculiar empresa, Celera Genomics, la cual en 1999 comenzó un Proyecto Genoma Humano paralelo al oficial, pero con unos objetivos claramente comerciales.
En 2002, los accionistas de Celera despidieron a Venter, pues descubrieron que vender los datos del genoma no era tan rentable como habían pensado en un principio. El biólogo salto a la fama mundial el 20 de mayo de 2010, cuando Science, una de las revistas científicas mas prestigiosas del mundo publicó la noticia de que Venter y su equipo habían conseguido un hito en el campo de la ingeniería genética. En resumen, fabricaron artificialmente  todo el genoma de la bacteria Mycoplasma capricolum (abajo), que introdujeron en otra bacteria del mismo tipo a la que antes habían «vaciado». A partir de entonces, la «huésped» comenzó a expresar las características que le confería el genoma sintetico fabricado en el laboratorio, por lo que, en realidad, constituía una especie de nueva bacteria. Dicho experimento, en el que se invirtieron unos 55 millones de dólares, abría las puertas de par en par para la manipulación genética.

Mycoplasma capricolum
LOS PELIGROS DE LA INGENIERÍA GENÉTICA

En agosto de 2011, científicos de la Universidad de Harvard y del  Instituto Tecnologico de Massachusetts lograron crear una tecnología que permite reescribir el código genético de una celula viva. Por tanto al igual que sucede con el texto escrito, los «editores genéticos» pueden corregir el genoma de cualquier celula, diseñando algunas especificas que generen cierta clase de proteínas, o llevar a cabo labores de ingeniería genética a fin de neutralizar las bacterias que provocan infecciones virales. Este hallazgo y otros en una línea similar suponen una esperanza para el tratamiento de enfermedades hoy en dia incurables, pero también se pueden emplear para otra clase de experimentos, como el desarrollado por el polémico biólogo Arkhat Abzhanov, quien logró «fabricar» pollos con hocinos de cocodrilo. Para ello, incluyó una proteína reptiliana en un embrión de pollo. Por fortuna, a causa de prohibiciones bioéticas, Abzhanov no podrá criar esta nueva especie hibrida.

UN FUTURO DE CIENCIA FICCION

El inexorable avance de la ingeniería genética plantea escenarios futuros que darían para el guion de una película de ciencia ficción. El actual desarrollo de la tecnología y de la biología sintetica hará realidad la existencia de bioimpresoras; artilugio que todo ciudadano tendrá en su casa, y cuya utilidad será la de imprimir el tratamiento genético para curar ciertas enfermedades, siempre adaptado a las necesidades de cada cual. Vivek Wadha y Andrew Heesel, de la Universidad de la Singularidad –ubicada en el Centro de Investagacion Ames de la NASA en Mountain View, California (EE.UU.)-, predicen en un informe sobre este asunto que, en menos tiempo del que se prevé, «diseños de las vacunas contra la gripe se propagarán rápidamente por Internet, a través fundamentalmente de las redes sociales, y podrán descargarse de forma tan simple como una aplicación en un Smartphone». Sin embargo, advierten de que –al igual que sucede hoy en dia con la informática- desaprensivos hackers podrían introducir virus letales que miles o millones de personas descargarían de Internet, pensando que se trata del código genético de una determinada vacuna.

Miguel Pedrero