Buscar este blog

jueves, 29 de enero de 2015

Extraterrestres y desapariciones misteriosas: 4.000 hombres del Archiduque Carlos (año 1707); 10.000 personas en el dique de Lisboa (año 1755); 650 zuavos en la Conchinchina (año 1858); 4.000 soldados del 5º Regimiento de Norfolk (año 1915); 3.000 hombres del regimiento del Coronel Li Fu Sien (año 1939); los desaparecidos durante el apagón de 1965 en EE.UU. y otros incidentes de aviones que misteriosamente “desaparecieron” sin dejar rastro.

Extraterrestres y desapariciones misteriosas: 4.000 hombres del Archiduque Carlos (año 1707);  10.000 personas en el dique de Lisboa (año 1755); 650 zuavos en la Conchinchina (año 1858); 4.000 soldados del 5º Regimiento de Norfolk (año 1915);  3.000 hombres del regimiento del Coronel Li Fu Sien (año 1939); los desaparecidos durante el apagón de 1965 en EE.UU. y otros incidentes de aviones que misteriosamente “desaparecieron” sin dejar rastro.



¿Cómo podemos entender el fenómeno extraterrestre? ¿Está relacionado con ciertas desapariciones de seres humanos?  La conclusión es afirmativa; evitando de otro modo deliberar con escépticos recalcitrantes y toda suerte de desinformadores profesionales quienes mediante falsos argumentos y engaños pretenden trasladar a la mayoría de la población “la duda” respecto a si los extraterrestres visitan ó no la Tierra. Cualquiera que dedique un mínimo de tiempo leyendo libros como El mensaje de otros mundos, de Eduardo Pons Prades; bien escuchando el testimonio de contactados como Billy Meier, Jesus Jofre Milá ó el ingeniero Enrique Castillo Rincón ó quizás; analizando en Internet los innumerables videos y fotos de OVNIs grabados por numerosas personas en los cinco continentes;  nos llevan directamente a concluir que efectivamente los extraterrestres sí interactúan en este planeta de muchas y formas diversas;  dependiendo obviamente de raza diferenciada de que se trate (Robert Dean, ex-sargento mayor estadounidense habló en su momento de la existencia de 70 razas, pero posiblemente sean más si tenemos en cuenta que a Pablo R., un contactado español, cierto extraterrestre le explicó que su civilización conocía 120.000 planetas habitados y que sus sabios sabían que había muchos más; mundos todos ellos que albergarían en muchos casos civilizaciones con capacidad tecnológica para realizar viajes interestelares y visitar la Tierra)


De este modo, cuando se tiene constancia de desapariciones tales como la del 5º Regimiento de Norfolk en plena I Guerra Mundial, donde aproximadamente 4.000 soldados británicos se “desvanecieron” en el interior de una “nube con forma de hogaza” inmediatamente nos lleva a pensar que los extraterrestres son los responsables de tal desaparicion"Curiosamente" aquella misteriosa nube, una vez que todo el Regimiento camino hacia su interior terminó por elevarse, uniendose a “otras similares” y  alejandose todas ellas en el horizonte. Y es lógico que frente a un hecho de esta magnitud deberíamos plantearnos algunos interrogantes como por ejemplo: ¿Cuál puede ser la finalidad de secuestrar un contingente tan elevado de seres humanos? ¿Se trataba quizás de una intervención extraterrestre para salvar de una muerte segura a los valientes soldados británicos? ¿O tal vez los extraterrestres les tenían reservados otros fines menos altruistas, tales como la experimentación sobre sus cuerpos?.



Cabria tambien la posibilidad de que estos  raptos colectivos a humanos  tengan como finalidad probar la posible adaptación que los terrestres experimentarían en otros planetas diferentes a la Tierra; algo así como le explicaron al contactado Eduardo Pons Prades cuando hallándose en el interior de un platillo volante pudo visualizar a un grupo de habitantes de la India, tiempo atrás rescatados de una muerte segura por el crecimiento de las aguas y  que ahora vivían en el  planeta Yerba Fina (nombre dado por los extraterrestres) cultivando también arrozales.

Una cosa esta clara: la capacidad tecnológica de los extraterrestres no deja lugar a dudas si tenemos en cuenta que de alguna forma los seres de las estrellas “deberían minimizar el shock y nerviosismo que teóricamente se producirá al introducir en sus naves grupos tan numerosos de personas”. Se intuye por tanto, que previamente los extraterrestres “adormecerán” a los sorprendidos humanos en una especie de “sueño cósmico”, “una latencia vital mínima” para posteriormente despertarlos en lugares quizás remotos.



En ufología no existe una literatura demasiado extendida referente a las desapariciones de seres humanos; máxime si lo son en número elevado. El libro Desapariciones misteriosas, de Patrice Gaston viene a convertirse en una excepción junto al muy conocido El triangulo de las Bermudas, de Charles Berlitz y realmente son dos libros son muy buenos. Es curioso que los investigadores lleguen a un “punto muerto” respecto a dilucidar que ocurre exactamente cuando, por poner un ejemplo, un número elevado de aviones desaparece, esfumándose sin haber enviado siquiera ningún S.O.S. como si esas mismas fuerzas “anómalas” hubiesen envuelto previamente a los aviones en una especie de “aberración electromagnética” y finalmente actúasen para que “se volatilicen” sin dejar ninguna pista de su destino. Por ejemplo, Patrice Gaston narra en su libro Desapariciones misteriosas como un testigo presenció justo el momento donde un  “OVNI con forma de campana absorbe” a un reactor. Este hecho ocurrió en 1955 y fue recogido en la revista  Flying Saucer Review que decía lo siguiente:


Caza aproximándose a OVNI (9 de mayo de 1968, Puerto Rico)
Hacia las 17 h. 30 minutos del dia 9 de marzo de 1955, estaba observando un reactor que volaba hacia mi cuando, de repente, sin esfuerzo alguno, un extraño ingenio aéreo se colocó detrás de él y lo hizo desaparecer instantáneamente ante mis ojos. El ingenio tenía una abertura a la vista, cerca del avión. Después de «tragárselo», se detuvo y cerró su «puerta». Luego, subió y descendió durante cerca de treinta segundos, para desaparecer, al fin. Al hacer la maniobra de ascenso y descenso pude ver cómo salía vapor o humo de lo que parecían ser puertas o ventanas redondas, colocadas en el punto más alto del ingenio aéreo, el cual tenía la forma de una campana corriente, y era lo bastante grande para llevar dentro muchos aviones del mismo tipo del que había capturado.
Todo esto ocurrió, por decirlo así, cerca de donde yo estaba, de tal manera que pude ver perfectamente tanto el avión como el ingenio. El avión era un cazabombardero ligero, que la Radio de San Luis dio por «desaparecido». Nunca se le encontró. Algún tiempo después, un ingenio idéntico persiguió a tres reactores. Estos extraños ingenios son, sin duda alguna, los objetos más rápidos que he visto en mi vida. Cronometré la velocidad de los aviones en el momento en que el ingenio los perseguía. Este recorría en sólo unos segundos la misma distancia que los jets en tres minutos.



Ciertamente, la perspectiva de los seres humanos frente al fenómeno OVNI debería variar en lo fundamental: Tarde o temprano, la humanidad en su conjunto tendrá que asumir algunas cuestiones, como por ejemplo que los habitantes de este planeta forman parte de una vecindad cósmica, de un Universo donde la vida es un exponente común; que otras criaturas inteligentes llenan ese “vecindario” y que no podemos omitir su presencia porque de este modo estamos retrasando “la propia evolución de la Tierra y sus habitantes”. Pero… ¿de qué modo se podría afrontar ese cambio de perspectiva?: Justamente actuando de forma contraria a la actual, es decir, comportándonos de una forma pacífica y variando la filosofía con respecto a todas las criaturas que habitan este planeta; creando un entorno más ecológico, desterrando las guerras y asumiendo aquellas cuestiones que el sentido común de nuestra conciencia dice que es lo correcto. Es en esas pequeñas actitudes donde el ser humano se hace como tal…



Del libro Desapariciones misteriosas, de Patrice Gaston

DESAPARECEN CENTENARES DE HOMBRES

Las desapariciones se han dado en todas las épocas. Desaparecieron inexplicablemente familias enteras, se volatilizaron individuos aislados, se desvanecieron expediciones, fueron raptados matrimonios, se evaporaron automovilistas. Esta acumulación de hechos incontestables resulta inquietante.
Pero el fenómeno desconocido que los provoca, ¿se limita a actuar sobre estos pequeños grupos de individuos? Recordemos que una división japonesa desapareció completamente. No se encontró ningún rastro de ella.

En 1707, según relata Georges Langelaan, el archiduque Carlos se preparaba para invadir España. Cuatro mil hombres en pie de guerra acamparon una tarde a orillas de un torrente pirenaico. Al amanecer del día siguiente levantaron el campo y marcharon, a buen paso, hacia la montaña. Nadie volvió a verlos, y nunca se encontró la más mínima huella de sus armas ni de sus impedimentas...
Puede uno preguntarse cómo pudieron volatilizarse de esta manera 4.000 hombres, cómo una división pudo desaparecer así... Entre estos casos y los que ya han sido expuestos aquí existe una diferencia de escala que hace presagiar increíbles ramificaciones de este fenómeno. No es posible establecer una relación entre las desapariciones de navíos y las de millares de hombres, y, sin embargo... Por medio de una desaparición también excepcional, tal vez podamos llegar a explicar estos fantásticos escamoteos.



En 1915, la expedición a los Dardanelos señaló un momento decisivo en la historia militar. En efecto, el fracaso que sufrieron los aliados convirtióse en axioma. No se ataca una cota bien defendida por el enemigo. Sobre todo, la experiencia de Galípoli, subrayaba la mayor dificultad de una operación anfibia, es decir, el apoyo logístico a las tropas desembarcadas. Pero, al mismo tiempo, la historia militar conoció allí uno de los episodios más oscuros e inexplicables...

Las tropas aliadas combatían contra los turcos en la península de Galípoli. En plena batalla se produjo un acontecimiento tan extraordinario, que todavía seguimos preguntándonos qué ocurrió exactamente. Mientras los obuses llovían por todas partes y las explosiones desgarraban el aire y destrozaban a los hombres, una columna de soldados se puso en movimiento hacia la cota 60, posición estratégica constituida por una pequeña elevación de terreno al sur de la bahía de Suvla, uno de los puntos más importantes de la península. El 5º Regimiento de Norfolk, enviado como refuerzo, estaba destinado a apoyar a las tropas Ansac, el cuerpo de ejército australiano y neocelandés, en su asalto contra la famosa cota 60.



Del total del regimiento compuesto por unos 1.000 soldados, solamente 250 hombres lograron aproximarse hasta la cota. Insensibles al estallido de los obuses que destrozaban a sus camaradas, «fueron rodeados intempestivamente por una especie de niebla, la cual reflejaba de tal modo los rayos del sol, que los observadores de Artillería quedaron deslumbrados por su resplandor y no fueron capaces de proseguir su bombardeo artillero de apoyo. Nunca volvió a vérseles,nunca se volvió a oír hablar de aquellos 250 hombres»,como precisan los libros sobre la campaña, que sitúan poco más o menos este suceso el 21 de agosto.



Charles Garreau y la revista Lumieres dans la nuit publicaron los detalles de la observación, que fue hecha aquel día por numerosos testigos y de la que reproduciremos algunos extractos:

El zapador Reichart, perteneciente a la 3º sección de la 1º Compañía del Cuerpo de Ingenieros neocelandés, nacido en Matada, distrito de Bay of Plenty, hizo un relato -firmado por otros dos testigos, a fin de buscar otras personas que también hubieran asistido al desarrollo del fenómeno del que extraemos estos párrafos:



El día amaneció claro, sin nubes, a excepción de unas seis u ocho en forma de pan, todas exactamente iguales, que permanecían sobre la cota 60. Se observó que, a pesar de un viento del Sur, que corría a una velocidad de 6 a 7 km/h., aquellas nubes no cambiaban de lugar ni de forma. Permanecían inmóviles, a una altura de unos 60 grados vistas desde nuestro puesto de observación, situado a una altura de 16 metros. Otra nube, parecida en su forma a las anteriores y que mediría unos 250 metros de longitud, 60 de altura y otros tantos de anchura, se encontraba también inmóvil cerca del suelo y justamente debajo del otro grupo de nubes.
Esta última nube era extraordinariamente densa y parecía casi sólida. Todo esto fue observado por 22 hombres de la 3ª sección de la 1ª compañía del Cuerpo de Ingenieros neozelandés, entre los cuales me cuento yo, desde nuestras trincheras en Rhodendendron Spur, alrededor de 2.500 metros al sudoeste de la nube que se hallaba cerca de la tierra. Esto situaría el emplazamiento de las nubes inmóviles en el aire a una altura de 1.200 metros.
Nuestra posición se elevaba unos 100 metros sobre la cota 60. Después de haber cambiado de lugar, esta extraña nube cubrió del todo el lecho de un torrente seco, y entonces pudimos distinguir perfectamente sus lados y sus extremidades. Su color era gris claro, como el de las otras nubes.

Observamos cómo un regimiento inglés, compuesto por muchos centenares de hombres, subía por este camino lleno de baches hacia la cota 60. Parecían ir a reforzar las tropas de aquella cota. Cuando llegaron a la nube, penetraron en ella sin dudar. Pero ninguno salió de allí jamás. Alrededor de una hora más tarde, después de que el último de la fila hubiese desaparecido en la nube, ésta, muy discretamente, se elevó del suelo y, como cualquier otra niebla o nube, subió lentamente hasta unirse a las otras. Al mirarlas de nuevo, parecían «guisantes en sus vainas». Durante todo este tiempo, el grupo de nubes había permanecido inmóvil, pero tan pronto como llegó a su altura la extraña nube que subía, todas juntas partieron en dirección Norte, hacia Bulgaria. En unos tres cuartos de hora, todas habían desaparecido.
El regimiento fue dado por «desaparecido», es decir, por aniquilado, y, pese a los esfuerzos de Inglaterra, que exigió su retorno a la patria al final de la guerra, tras la capitulación de 1918, Turquía respondió que no sabía nada de su existencia.
Esta realidad atemoriza...



En 1858, durante la invasión de la Cochinchina por Francia, 650 zuavos avanzaban, fusil al hombro, a través de la gran llanura que conduce a Saigón. A menos de una veintena de kilómetros de la capital, sin que se entablara batalla alguna, sin disparar un solo tiro, desaparecieron en plena marcha y no se supo nada más de ellos. No se les encontró nunca. Otro grupo que les seguía a menos de dos kilómetros, no oyó nada, no vio nada, no encontró a nadie...


soldado zuavo

Esto induce a creer que un fenómeno invisible logró, exactamente en las mismas condiciones que en el caso de la desaparición del 5º Regimiento de Norfolk, escamotear a aquellos centenares de hombres sin que nadie pudiera darse cuenta, con una terrible eficacia.

Este caso recuerda, a su vez, el extraordinario misterio que rodea la desaparición de un regimiento -compuesto por 3.000 hombres, al mando del coronel Li Fu Sien- el 10 de noviembre de 1939. Tras la caída de Nanking, el regimiento debía detener el avance japonés, cuando, repentinamente sus aparatos de radio dejaron de emitir señales. Sólo se encontraron en el campo las armas y algunas huellas de hogueras. En los archivos japoneses no se menciona la captura de ningún regimiento. Las familias de los desaparecidos no tuvieron la menor noticia de ellos.
Otras nieblas ejercieron sobre los hombres efectos igualmente insólitos, incluso terroríficos.



En 1881, el navío inglés Ellen Austin, cuando navegaba en pleno océano Atlántico, encontró una goleta, no identificada, que flotaba a la deriva. Sin embargo, parecía en buen estado.
Unos cuantos hombres subieron a bordo, pero allí no había ni un alma. Todo el material estaba en su sitio y no se encontró ninguna señal de lucha... Los dos navíos navegaron entonces juntos en dirección a San Juan de Terranova, pero durante dos días estuvieron envueltos en una espesa niebla, y esto los obligó a separarse.
Cuando se levantó la niebla, la tripulación del Ellen Austin volvió a ver la goleta, muy alejada, aunque todavía visible. Pero las maniobras del navío no parecían corresponder a ninguna voluntad determinada. Fue necesario comprobar que, una vez más, no había ya nadie a bordo... Como es comprensible, la goleta fue abandonada a su suerte y nadie volvió a verla.
A veces, la Naturaleza parece engañar al hombre hasta tal punto, que se pregunta uno si, incluso tras sus manifestaciones aparentemente más anodinas, si no las más tenebrosas, no se oculta cierta inteligencia...


FANTASMAS ENTRE NOSOTROS...

El 9 de mayo de 1780, a las 10 de la mañana, una inmensa oscuridad cubrió el Canadá, la región este de Nueva York y la nordeste de Pensilvania...
Todo empezó con una niebla, que se formó al Noroeste y que se extendió rápidamente impulsada por un fuerte viento. Todas las luces tuvieron que ser encendidas. A la una de la tarde, el cielo estaba negro como el de una noche sin estrellas. Poco a poco, el pánico se apoderó de la gente, que corrió a refugiarse en las iglesias, creyendo que había llegado el día del Juicio Final.
Hacia las 5 de la tarde era imposible distinguir una hoja de papel blanco sostenida tan sólo a unos centímetros de la cara. Después, cuando las tinieblas fueron más profundas, un vago resplandor las atravesó. Todos los objetos adquirieron entonces un tinte fantástico, mientras que una luz verdosa se filtraba a través de la oscuridad. Sólo al día siguiente, hacia la una de !la madrugada, se empezó a distinguir una luz clara. Por fin apareció la luna, pero tenía un color rojo, como de sangre. Después, amaneció, y el sol volvió a salir por el horizonte como si nada hubiera ocurrido...
El fenómeno no tuvo ninguna explicación. Ni un incendio ni la niebla más densa habrían bastado, para tender sobre territorios tan amplios una capa de oscuridad como aquélla. Este velo opaco lanzado sobre los hombres, ¿no estaría destinado a disimular «algo»? No estamos lejos de creerlo así, y los hechos que siguen podrían darnos la razón.



En el momento en que salían de las oficinas para dirigirse a sus hogares, el 9 de noviembre de 1965, 30 millones de habitantes de la región nordeste de los Estados Unidos, desde Nueva York hasta Maine, así como otros muchos millones en el Canadá, se encontraron repentinamente privados de electricidad...

Todas las luces se apagaron en el momento preciso en el que la sombra de la noche echaba su velo sobre las regiones afectadas, y el parpadeo de las luces progresaba con la oscuridad. A las 17 h 25 minutos ciudades enteras cayeron en la oscuridad y la inseguridad. Centenares de americanos quedaron bloqueados en los túneles del Metro, en los ascensores parados en plena subida o bajada.

 Afortunadamente, fuera brillaba la Luna.
Dejaron de funcionar televisores, lámparas, aparatos de transmisiones y de radar. Contrariamente a lo que se dijo al principio, hasta las bases militares fueron afectadas por el fenómeno. Sólo el rayo luminoso de los faros de los automóviles lanzaba sobre las zonas oscuras una luz dudosa. En la noche, los aviones no tenían más puntos de referencia que las procesionales filas de los automóviles, algunos de los cuales señalizaban los aeródromos.
El corte de la corriente eléctrica en una y otra partes del Niágara se propagó en cuatro minutos hasta Buffalo, Rochester, Roma, Siracusa, Utica, Hamilton, Kingston y Toronto, es decir, las ciudades ribereñas o vecinas del lago Ontario.



Después les tocó el turno a las ciudades del valle de Mohawk y del valle del Hudson, Saratoga, Troy, Schenectady, Albany. La avería se extendió a través de Pensilvania, Estado de Nueva York, Massachusetts, Connecticut, New Hampshire, Vermont, Maine y Ontario. Bastaron diez minutos para que la avería se propagara a 9 Estados y alcanzara a Nueva York. Con Boston, Augusta, Portland, New Haven, Providence, Hartfort y muchas otras, la casi totalidad de Nueva Inglaterra había caído en la oscuridad, así como muchas grandes ciudades de Pensilvania.
Sobre todas las zonas afectadas se cernió la angustia. El peligro, invisible, estaba por todas partes, sobre los 250.000 kilómetros cuadrados de territorios afectados. Después, un testigo describió la situación:
-Aquello no era el mismo mundo. Yo tenía la impresión de que había fantasmas entre nosotros...
Hasta el amanecer del día siguiente, miles de testigos observaron extrañas luces que pasaban por el cielo en el más absoluto silencio. «Bolas de fuego» fueron observadas sobre cables de alta tensión, y se vieron objetos, azules o anaranjados, en diversos puntos del cielo, que definían los límites de las zonas oscuras.
Fantasmas entre nosotros...



En las semanas que siguieron no pudo darse al público ninguna explicación satisfactoria. La Prensa, las personalidades civiles y militares intentaron, sin conseguirlo, explicar el fenómeno.
Pero si se admite la hipótesis de un accidente técnico cualquiera, hay hechos que la refutan inmediatamente. Innumerables obras pueden escribirse sobre esta gigantesca avería, todas ellas, con una explicación lógica. Pero ninguna podría resistir ante la evidencia de los hechos...
En la misma época se produjeron averías de la misma naturaleza, primero, en México; después, en Nuevo México y en Texas…

Tras el 9 de noviembre siguieron otras averías gigantescas en diferentes regiones de Estados Unidos, así como en América del Sur. Pero la evidencia no se limita a esto.
Algo más tarde le tocó el turno a Europa. Primero en Estocolmo y después en los Países Bajos, se produjeron averías importantes, casi equivalentes y de las mismas características…
Se formularon teorías muy interesantes para explicar la avería del 9 de noviembre, aunque todas dejan en pie una duda. Pero, ¿cómo puede estudiarse con la mayor seriedad del mundo este fenómeno, o las causas que lo provocaron, si no se consideran otros fenómenos de las mismas características ocurridos casi en la misma época?
Una avería puede producirse en una zona muy extensa, como la del mes de noviembre de 1965, pero en los casos que nos conciernen sólo puede inscribirse en un conjunto de hechos indudables. Si se le quiere encontrar una explicación racional, esta avería no debería ir precedida por otras ni prolongarse en otra parte. No se trata aquí de una «avería de barrio», sino de una avería generalizada, que afecta a una ciudad y, en este caso, a un extenso continente e incluso a muchos continentes, aunque quede circunscrita sólo a ciertas regiones.



Es preciso, pues, creer que en el espacio de muchos meses el Globo conoció un fenómeno extraordinario, que nadie podía prever y que fue imposible detener.
Pero, ¿qué fantástico fenómeno pudo sumir así en la oscuridad inmensas zonas repartidas por el Globo y separadas por océanos? Nada nos permite deducir formalmente este fenómeno, aparte las observaciones de bolas luminosas en el cielo...
¿Y por qué razón? Si se acepta el fenómeno tal como se produjo, es necesario dejar hablar a nuestra imaginación y proponer hipótesis que, aunque excesivamente irracionales, puedan, al menos, aportar una explicación.
Sin embargo, no hay necesidad de hacer muchos esfuerzos para comprender... Una sociedad que se encarga de encontrar a las personas desaparecidas, la «Tracers Company», hizo público que, en 1965, 4 millones de americanos se marcharon sin dejar dirección.


La mayoría eran personas honorables y, aparentemente, con la conciencia limpia...
Han leído bien ustedes: 4 millones de personas desaparecieron en los Estados Unidos en 1965.
Esta cifra es aterradora desde muchos puntos de vista. A la escala de las diversas Policías del mundo, que cada año registran cerca de los 2 millones de desapariciones, esta cifra sólo es propia de los Estados Unidos y, como vemos, registra el doble que en todo el mundo. De este modo, estableciendo una relación entre la mayor avería que haya conocido la nación más fuerte del Globo y esos 4 millones de desapariciones, empiezan a hacerse evidentes algunas perspectivas inquietantes. Tal vez no seamos los únicos que establecen una tal relación causa-efecto, pues tanto la causa como el efecto son, por sí mismos, desconcertantes y desafían el entendimiento.
No avanzamos ninguna cifra precisa en lo que concierne al número de desapariciones que se produjeron en América del Sur, México, Nuevo México, Texas, Estocolmo y Holanda durante aquella sucesión de averías, pero las cifras de la «Tracers Company» bastan ya para hacernos reflexionar.

Un mes después de la avería del 9 de noviembre, precisamente la noche del 4 al 5 de diciembre, «algún objeto» golpeó el ojo de buey de la cápsula de Frank Borman y James Lovell ... Apenas repuestos de su terror, los jóvenes cosmonautas observaron un bulto extraño, rodeado de partículas fluorescentes, cerca del Géminis-VII, que marchaba entonces a la velocidad de 28.000 kilómetros por hora, a una distancia que oscilaba entre los 160 y los 205 kilómetros de la Tierra...
Unas luces danzan en el cielo…
¿Cuántas desapariciones se registraron después de la avería de electricidad que paralizó Grecia el 23 de julio de 1972 y el norte de Córcega unas semanas más tarde?


LOS DÍAS NEGROS

Sin duda, no se sabrá nunca qué hechos se derivaron de las olas de oscuridad, de aquellos famosos e históricos «días negros» que se produjeron, en agosto de 1763 y en mayo de 1780, en Londres, días que resultaron más oscuros e impenetrables aún que el del eclipse de 1748.
En 1886, en Wisconsin, una oscuridad tan total -como la de medianoche se produjo en pleno mediodía, con la consiguiente consternación general. Aterradas, las personas corrían alocadamente. El mismo fenómeno se registró el mes de diciembre de 1904 en Memphis, Tennessee, a las 10 de la mañana, y determinó algo sorprendente. La oscuridad más absoluta reinó durante un cuarto de hora, y provocó el pánico en ciertos barrios, lo mismo que en Louisville (Kentucky), en que duró una media hora y se produjo después de una granizada y de una tormenta impresionante y simultánea, que sembraron el terror. Humboldt estudió numerosos casos de este tipo en Los días negros de la Historia, y F. G. Plummer declaró, por su parte, que de los 18 oscurecimientos registrados en los Estados Unidos y Canadá, «el humo no puede explicar por sí solo aquellos días oscuros, de carácter aterrador».
¿Qué explicación se puede dar hoy cuando queda cortado el suministro de electricidad de regiones enteras? Es preciso creer que el corte ha sido provocado voluntariamente, tal vez para facilitar el desarrollo de una actividad misteriosa, antaño disimulada por aquella especie de velo opaco, que era suficiente porque aún no existía la electricidad.
Fantasmas entre nosotros... Millones de personas desaparecen... Una luz verdosa que atraviesa la oscuridad... Resplandores en el cielo.



Pero entre los días oscuros de la Historia hay uno muy notable, tanto por sus consecuencias como por los fenómenos que lo acompañaron.
El 1º de noviembre de 1755, el seísmo que destruyó Lisboa fue notado en más de 3 millones de kilómetros cuadrados. Como la ciudad se derrumbaba por todas partes -causó 50.000 víctimas-, millares de habitantes se refugiaron en el nuevo dique de piedra solida, que bordeaba el puerto. Diez mil personas se juntaron allí, y cuando sobrevino una segunda sacudida, vieron cómo se hundía su refugio provisional.

Un minuto más tarde, el dique ya no existía. El capitán de un navío anclado en el Tajo contó que cuando la muchedumbre se refugió en el dique, en medio de un pánico indescriptible, el nivel de las aguas del Tajo subió seis metros y que cuando se retiraron no había nadie sobre el agua ni debajo de la misma. El dique y sus ocupantes desaparecieron bruscamente como un hormiguero al que se agita para extraer de él a sus ocupantes y cogerlos a su salida...

Pero antes de estas desapariciones, una profunda oscuridad reinaba sobre el puerto y la ciudad, hasta tal punto que el capitán sólo había podido imaginarse lo que lógicamente había debido de producirse. Por otra parte, resulta curioso que, después del hundimiento de los diques, no se viera en la superficie de las aguas no ya un solo cuerpo, sino tampoco el más mínimo jirón de tela, alguna madera o un solo resto de algo.

Todo se volatilizó como si nada hubiera existido anteriormente.



Lyell supone que pudo abrirse una falla en el lecho del río y tragarse el dique y a la multitud... para cerrarse inmediatamente sobre su presa. Pero esta hipótesis resulta difícil de creer, aunque sea bastante plausible, ya que durante los días que siguieron no apareció indicio de la tragedia sobre la superficie de las aguas.
Unos muelles que se volatilizan…

¿Existiría, pues, un fenómeno capaz de realizar tal hazaña? Todo lo hace pensar así. La Policía de Hamilton, en Canadá, debía de compartir este punto de vista. En efecto, a fines de 1957 se encontró ante un caso que superaba la imaginación más desbordada.
Había desaparecido el puente de hierro existente en la entrada a la ciudad. Con una longitud de 20 metros y un peso que se elevaba a varios centenares de toneladas, el puente se volatizó sin dejar la menor huella...
Si a esto se añade que, en los primeros días de marzo de 1973, 60 toneladas de chatarra -compuestas por raíles de ferrocarril y siete agujas de cambio de vía-desaparecieron de un taller en las cercanías de Piennes, en Meurthe-et-Moselle, en una sola noche, puede uno preguntarse si no estará construyéndose un gigantesco mecano cósmico en alguna parte... Sobre todo, después de la desaparición, el mes siguiente, en el Alto Loira, de una grúa de muchas toneladas de peso y 8 metros de altura, equipada con un brazo de 3 metros de longitud.
Nuestro Globo es, sin ninguna duda, el terreno de fenómenos desconocidos de los que no tenemos aún plena consciencia Y que nadie ha podido observar y analizar todavía en sus manifestaciones.

Sin embargo, algunas personas han visto algo; pero, ¿qué, exactamente?
En una declaración prestada bajo juramento, un rico labrador de Kansas declaró, en abril de 1897, que una de sus becerras había sido «raptada» por un ingenio desconocido, probablemente de origen extraterrestre. Como sus animales parecían intranquilos, se levantó a medianoche y vio un artefacto, de un centenar de metros de longitud, que planeaba sobre la granja. Un cable salía de él y rodeaba la cabeza de una becerra, que mugía e intentaba desesperadamente liberarse. El ingenio extraterrestre y la becerra desaparecieron rápidamente en el cielo, como si todo hubiera sido sólo un sueño. Sueño o no, Alexander Hamilton, de Le Roy, perdió una becerra. Numero as personas, llamadas para acreditar sus palabras, garantizaron su buen equilibrio mental.
Este rapto, ¿no podría explicar la lluvia que aterrorizó a los campesinos de Kentucky en 1876? Un día de cielo claro -según reveló el New York Times del mes de marzo--, trozos de buey de 5 a 10 centímetros cuadrados cayeron como una granizada sobre el suelo y los árboles, pero únicamente en una faja de terreno de 100 metros de longitud por 50 de anchura...



ABSORBIDOS EN SILENCIO

Ya hemos visto cómo, a veces, unas nubes extrañas han representado un papel importante en las desapariciones en serie de tripulaciones y de soldados armados, e incluso de millares de americanos. Pero hacer intervenir nubes insólitas parece menos sostenible que llamar la atención sobre una tromba versátil, a pesar de los hechos y las circunstancias que las acompañan. Es exacto. No obstante, si el público ignora todavía que lo fantástico adquiere las formas menos raras y más discretas, las autoridades militares conocen este tipo de manifestaciones, por haberlas observado en distintas ocasiones.
Si esto no ha sido divulgado es porque las autoridades militares están amordazadas siempre por el secreto, hasta tal punto, que la menor divulgación que pudiera servir para el esclarecimiento del fenómeno, acarrearía sanciones extremadamente severas.
El black·out es total.

Sea como fuere, algunos testigos a los que fue imposible silenciar o intimidar, refirieron curiosos relatos, de los que se deducen hechos innegables. El cielo es también escenario de una actividad clandestina que, aparentemente, nada deja sospechar.
Del análisis que damos a continuación se desprenden comprobaciones asombrosas. Para darse cuenta de esto basta estudiar más de cerca las circunstancias en las que los aviones se dieron por «desaparecidos», se volatilizaron en el cielo o se estrellaron en enigmáticas condiciones.
Si ha sido posible determinar la existencia, en los mares, de extrañas formas negras, de sumergibles desconocidos que tanto los americanos como los soviéticos se esfuerzan por identificar, se puede afirmar que el fenómeno de las desapariciones en pleno cielo abre unos horizontes más vastos aún a esta investigación.

Al parecer, lo fantástico se halla por doquier en los elementos que componen nuestro entorno natural...

NUBES INQUIETANTES

Una extraña nube rodeó al 5º Regimiento de Norfolk con una niebla que se lo tragó por completo... Una persistente bruma escamoteó una a una dos tripulaciones a bordo de una goleta...
Tales hechos llevan nuestra atención hacia esas brumas, esas nubes en las que, a veces, las cosas y los seres se volatilizan como los objetos de un monstruoso juego de prestidigitación.
En 1930, por ejemplo, un avión que transportaba hombres de negocios, penetró en una nube oscura, la única que se veía en el cielo. Algunos granjeros vieron cómo caía bruscamente, con un ala arrancada en parte. Los depósitos de gasolina se soltaron y cayeron.
No se vio ningún relámpago ni se oyó ningún trueno; la tragedia se desarrolló silenciosamente. Como un rayo no puede arrancar el ala de un avión, ¿qué había ocurrido?
Todo hace pensar que el avión chocó con un cuerpo sólido en el interior de la nube oscura, perdió un ala y sus depósitos en el choque y se estrelló contra el suelo.


-En la revista científica La Nature se relata una observación que no deja de tener relaciones con la de la nube de Galípoli aunque, en la forma, haya entre ellas notables diferencias...
Sucedió en Le Mans al comienzo del verano de 1941 -declara el testigo--. La Luftwaffe había ocupado el antiguo aeropuerto de Le Mans, en el Circuito de la Sarthe, y mantenía en él muchos grupos de «Messerschmitt 109», aparatos no muy rápidos, pero sí muy manejables. Los pilotas alemanes estaban en estado de alerta permanente, y muchas veces observé desde bastante cerca vuelos en grupo de «Messerschmitt» en pleno día.
Hacía un tiempo magnifico y, que yo recuerde, era domingo. Hacia las 13 horas, en el cielo, muy despejado, se veían sólo algunos grandes cúmulos, muy alejados unos de otros. Hacia las 13, toda la ciudad oyó el estrépito de los aviones volando a gran velocidad, y pude ver que la causa de la alerta parecía estar en uno de los grandes cúmulos, que, en aquel momento, sobrevolaba muy lentamente el campo de aviación. Se podía ver a los «Messerschmitt» dar vueltas alrededor de la nube, entrar en ella en picado a toda velocidad, salir encabritados o de través y volver a comenzar sus maniobras, ofreciendo un vistoso espectáculo, pero que debía de ser terriblemente peligroso para los pilotos. ¿Se trataba de un ejercicio ordenado por el comandante del campo o de una alerta? No lo he sabido nunca, pero resultaba curioso observar el aspecto aterrorizado de los soldados y oficiales alemanes de guarnición en la ciudad, que seguían el espectáculo desde las ventanas de sus casas.



Entonces pude observar cómo la nube, que en el momento de su llegada parecía tener su base hacia los 300 metros de altura y culminar a los 1.000 metros, empezó a crecer, y cuando se separó del aeropuerto para alejarse de la ciudad, había tomado la forma de una pirámide muy alta, con unos contornos perfectamente claros, iluminados brillantemente por el sol. Su punta, muy aguda, debía de encontrarse a unos 3.000 metros, según una altura visible sobre el horizonte y su lugar probable sobre el terreno. Mi punto de observación estaba a 4 kilómetros del campo de aviación, y la nube, a unos 5 kilómetros cuando observaba su cima.

¿Qué puede sacarse en consecuencia, de una observación como ésta, sino que el comportamiento de los "Messerschmitt» habría sido absurdo si la nube, por su naturaleza, no hubiera presentado ningún peligro? Además, el aterrorizado aspecto de los oficiales en sus ventanas no tendría ningún sentido si se hubiese tratado, simplemente, de un ejercicio.

«Algo» en el cielo, colosal y rodeado por una bruma nubosa, llamó la atención de los aviadores, que se apresuraron a comprobar de qué se trataba, aun a costa de romperse el cuello en sus peligrosas acrobacias. Penetraron en el interior de la nube, pero sólo superficialmente, puesto que salían en seguida de ella encabritados o de través, como si trataran de evitar la colisión con un objeto sólido que hubiera en su interior...

Como en el caso de la nube de Galípoli, nos encontramos aquí con un fenómeno cuyas propiedades superan, con mucho, las de cualquier nube normal. El brillo del sol se reflejaba en la superficie y en los contornos, muy precisos, de esta nube en forma de pirámide y de dimensiones que alcanzaban, en los primeros momentos de la observación, unos 700 metros de altura...
Nubes deslumbrantes, cegadoras... Regimientos enteros que desaparecen...

Buen número de nubes lenticulares han sido observadas y fotografiadas. Algunos han visto en ellas un fenómeno natural. Otros las han tomado por «objetos sólidos rodeados de nubes». Se aconseja siempre a los aviadores que se alejen de ellas...
Según parece, no sólo se forman nubes cuyas características no se mencionan generalmente, sino que algunas tendrían el poder de escamotear los aviones y a sus pilotos.



En 1952, un aviador americano hacía un corto vuelo de reconocimiento sobre la costa de Corea, junto con otros aparatos. Hizo penetrar su jet en una nube, y ya nadie volvió a ver a aquel piloto, considerado como un as de la guerra aérea... Una aventura análoga se produjo el año 1942 cuando dos jóvenes aviadores, que iban a volar en cumplimiento de una sencilla misión de vigilancia, subieron en un dirigible para patrullar a lo largo de la costa de California. Más tarde, dos pescadores observaron el aparato, que iba a la deriva con la puerta de la barquilla abierta. No había nadie a bordo. Después de la investigación, se supo que el dirigible subió por encima del nivel de las nubes, donde fue visto por un avión, y después volvió a descender. Cuatro navíos lo vieron sobrevolando una mancha de aceite sospechosa y subir luego bruscamente hacia las nubes. ¿Hacia qué inquietante misterio se había abierto la puerta de la barquilla?

Es bastante raro encontrar un aparato cuyos pasajeros se han evaporado. Pero esto fue lo que sucedió en Siberia el mes de agosto de 1961. Cuatro hombres llevaban el correo en un avión. El aparato no llegó a una de sus etapas habituales y, dos días más tarde, se le encontró posado en el suelo. A bordo todo estaba en orden. Los depósitos contenían aún suficiente carburante para dos horas de vuelo, y el motor funcionaba perfectamente. No se encontró ninguna huella de los cuatro ocupantes. Pero a unos 100 metros de distancia se descubrió un gran círculo, claramente definido, en cuyo interior la hierba estaba chamuscada, y la tierra, hundida, como si un enorme artefacto se hubiera posado allí...
Automóviles derretidos...

Este caso recuerda el enigma del desierto de Mesopotamia, ocurrido el 24 de julio de 1924.
Aquel día se encontró el avión del teniente piloto W. T. Day y del oficial piloto D. R. Stewart, en perfecto estado de marcha. Las huellas de los dos hombres se alejaban del aparato hasta una distancia de unos 36 metros. Luego cesaban bruscamente, como sucedió con las de la familia Brooke, que había abandonado su automóvil al borde de una carretera... La búsqueda duró cuatro días, pero no dio ningún resultado.
Los hechos son bastante claros, en particular, en aquel desierto, donde no había ninguna posibilidad de sobrevivir para estos dos hombres, «a menos que hubiesen sido rescatados por otro aparato».



Pero, ¿se hallan también las nubes en el origen de la desaparición de la tripulación de una fortaleza volante americana tipo «B-17»?
Esta fortaleza volante fue encontrada intacta, en 1972. Su desaparición, por otra parte, había coincidido, extrañamente, con la de aquella famosa división japonesa. Ocurrió en el mismo lugar (Nueva Guinea), y el mismo año (1943)...
No faltaba nada a bordo, como ocurre con la mayor parte de los navíos abandonados en alta mar. El material seguía aún en excelente estado. No se encontró ningún esqueleto. La tripulación habría podido dejar alguna pista pero no había ninguna.
Las ametralladoras se hallaban aún cargadas; las bombas seguían en su lugar, y los termos estaban llenos.
Una espesa capa de nubes dificultó el vuelo de un cazabombardero «F-lll» de la «U. S. Air Force», que, en enero de 1971, volaba hacia Mobile (Alabama).
Sobre Luisiana, al este de Grand Isle, el piloto penetró en una formación nubosa. Entonces preguntó al control regional de Houston, en Texas, si podía tomar altura. Después de salir de las nubes, todo parecía ir bien. El piloto declaró que desde entonces volaría con visibilidad perfecta. No se supo nada más de él.
Aviones que se volatilizan...

Una capa de nubes fue también la causa de la desaparición, en julio de 1957, de un aparato sobre la zona comprendida entre Venecia y Padua.
Esta vez, el piloto pidió que se le permitiera descender de 11.000 a 5.000 pies. Se le concedió la autorización. Pero, desde entonces, el piloto no sólo no transmitió ninguna otra señal, sino que no volvió a saberse nada más de él.

A pesar de los hechos, se siente uno tentado de decir inmediatamente que un avión no puede volatilizarse así. Cuando se produce un accidente, una catástrofe aérea, se pierde la imagen del aparato en las pantallas de los radares. Se emprende la búsqueda y, más pronto o más tarde, se encuentran sus restos en el flanco de una montaña. Si la catástrofe es en el mar, siempre se encuentran algunos restos flotando, el piloto transmite siempre algún mensaje de socorro. Las circunstancias varían según los casos. Pero casi siempre se consigue localizar la zona en la que yace el armazón del aparato.
Ahora bien, todavía hay demasiados aparatos que se volatilizan pura y simplemente, tanto en tierra firme como en el mar.
Las circunstancias que rodean estas desapariciones son el silencio de la radio y la ausencia de restos, lo cual hace pensar irresistiblemente, en las desapariciones de navíos con sus pasajeros.
¿Quiere esto decir que el mismo fenómeno es la causa?



LAS RADIOS PERMANECIERON SILENCIOSAS

Aviones que se volatilizan... Tal fue el caso del «Superconstellation» de la Marina norteamericana que, un buen día, dejó de transmitir sus mensajes cuando sobrevolaba el Atlántico, en la ruta que, desde la costa americana, lleva a las Azores. Y también el de un monomotor que, el 4 de agosto de 1951, se volatilizó sobre Alaska, a lo largo de un trayecto de unos 60 kilómetros, sin transmitir ningún mensaje...
¿Cómo pueden permanecer mudas las radios? En este punto reside uno de los principales misterios que rodean las desapariciones y ciertos accidentes aéreos. Pero, ¿no nos hemos encontrado ya con hechos semejantes al tratar de las desapariciones de navíos y de tripulaciones?

Un caso similar, en el que la duración del vuelo era breve, se produjo en la cordillera de los Andes, en abril de 1958. El avión había estado en contacto con tierra durante cuarenta y cinco minutos, y el vuelo duraba sólo una hora. ¿Qué había ocurrido, pues, durante el último cuarto de hora, para que la radio del aparato enmudeciera? Y éste fue también el caso del Lancastrian Star Dust, que, el 2 de agosto de 1947, desapareció al sobrevolar los Andes. Unos minutos antes de tomar tierra en Santiago de Chile, el piloto anunció «buena llegada». Al finalizar el mensaje, se oyó cómo otra voz pronunciaba -hablando fuerte y con claridad, muy rápidamente y dos veces seguidas-la palabra STENDEC. No se encontró la menor huella del aparato.



En este orden de desapariciones el caso del «Caravelle» que merece ser subrayado, se volatilizó, en marzo de 1973, momentos antes de tomar tierra en el aeropuerto de Madeira. El aparato se encontraba a punto de aterrizar cuando los pasajeros que lo esperaban lo vieron claramente virar en el cielo mientras el piloto establecía su último contacto con la torre de control. Después, nada. Dos remolcadores enviados al lugar de la tragedia no encontraron la menor señal.

A veces se puede recurrir al mal tiempo para explicar el origen de estos dramas, como sucedió en el caso del «DC-3» colombiano, que desapareció en los alrededores de Boston momentos después de despegar. Sin embargo, no se encontró ningún resto.

En estos casos misteriosos, las hipótesis son muy numerosas. Se trata de un pequeño juego, al que son muy aficionados los investigadores oficiales. Cuando, en abril de 1968, desaparecieron dos médicos a bordo de su avioneta de turismo, en las proximidades de Albania, se dedujo que habían sido hechos prisioneros. Cuando un avión del Ejército del Aire de los Estados Unidos desapareció, en enero de 1964, sobre Alemania del Este, el radar había captado los ecos de dos objetos sospechosos que los escoltaban, y los investigadores supusieron que había sido abatido por unos cazas soviéticos. Hipótesis políticas o militares... todo depende de la región sobre la que se vuele...

Pero la insuficiencia de tales argumentos es evidente cuando se destaca esta ausencia de peticiones de socorro. Según parece, sobre cualquier elemento los aparatos se evaporan sin poder indicar la causa del drama.
Este fue también el caso de un «Nord-262», que, el 31 de diciembre de 1971, transportaba treinta pasajeros desde Argelia a Menorca. Una hora después de despegar, el piloto logró transmitir un mensaje de socorro, pero ésta fue su última transmisión. Pese a las búsquedas emprendidas por aviones argelinos, no se encontró ninguna huella de él. En este caso puede aportarse, como posible causa, la tempestad que en aquel momento barría el sur de las Baleares, lo cual no pudo impedir que el piloto actuara en consecuencia.

En los últimos días de junio de 1951, aviones franceses de Dakar, fortalezas volantes americanas de las Azores, aparatos británicos, hidroaviones portugueses, navíos costeros y las tribus de Gambia, Sierra Leona y Costa de Oro, buscaron en vano al «Constellation» que hacía el trayecto Johannesburgo-Nueva York y a sus 40 ocupantes...
Un cuarto de hora antes de aterrizar, el piloto había pedido instrucciones para tomar tierra. Éste fue su último mensaje...

La mayoría de los pilotos de estos aparatos desaparecidos no señalaron nada de particular antes del drama, dado que las condiciones del vuelo no planteaban ningún problema. ¿No es esto lo más incomprensible? Estas desapariciones deben de manifestarse a causa de un fenómeno que actuaría con una rapidez aterradora.

Podemos comprobarlo de nuevo en el caso del «Douglas·4», de San Juan de Puerto Rico, que, el 28 de diciembre de 1948, volaba hacia Miami con 32 pasajeros a bordo. Cuando el piloto veía ya las luces de Key West -eran las 4 h. 13 min.-, transmitió el mensaje habitual: «Nos acercamos al aeropuerto. Pido autorización para aterrizar»
Segundos después, la radio se interrumpió, el contacto se rompió por completo, y el aparato no aterrizó nunca en Key West. No se encontró ningún resto.

La acumulación de tales hechos indiscutibles, ¿no nos hace acaso penetrar en un universo de pesadilla? Nadie puede decir lo que ha hecho desaparecer de esta manera tantos aparatos.
Pero lo más fantástico es que unos días más tarde (el 17 de enero de 1949), el Ariel, un avión de transporte, despegó de las Bermudas y se volatilizó también con un tiempo claro. Después de cinco horas y quince minutos de vuelo, el avión debía aterrizar en la isla de Jamaica. La torre de control de Kingston no recibió nunca su mensaje. Después de esta desaparición se observó una «luz extraña» sobre el mar. Una potente escuadra estadounidense, que cruzaba la zona, intentó en vano encontrar los restos del avión.
Dos portaaviones norteamericanos y seis motoras lanzatorpedos salieron inmediatamente en su búsqueda, surcando el mar al norte de Cuba. Después, un crucero y cuatro motoras lanzatorpedos patrullaron al sur de la isla. No se encontró ninguna huella...

Al tratar de las desapariciones misteriosas de navíos, ya nos referimos a observaciones de testigos, que los investigadores no creyeron oportuno tener en cuenta.
Unas formas negras sobre el mar... Nada prueba que las desapariciones de aviones no vayan acompañadas de hechos insólitos, y la referida sucesión de las mismas en la costa este de los Estados Unidos nos invita a esta búsqueda.



La desaparición de Amelía Earhardt, apodada la Girl Lindbergh, está rodeada también de unas circunstancias insólitas.
Acababa de recorrer 37.000 kilómetros a bordo de un avión, el Lockheed Electra, e intentaba una travesía de 4.200 kilómetros: Nueva Guinea -Howland. Esta última es una islita perdida en el Pacífico, en el archipiélago de las Gilbert.
De repente, cuando volaba en medio de la niebla, a más de 100 kilómetros de su meta, comenzó a transmitir mensajes pidiendo socorro. Corría el mes de julio de 1937.
Toda una escuadra zarpó de Pearl Harbor y se lanzó en su búsqueda. Se captaron nuevos mensajes, pero, sin causa explicable, las ondas estaban interferidas.
Por tanto, había una segunda onda emisora: pero, ¿de dónde y de qué podía proceder? Sin embargo, una cosa era cierta, los aviadores perdidos estaban vivos.
Se logró determinar aproximadamente la situación de las llamadas. Pero un vapor, el Moaby, que se encontraba en aquella zona, no descubrió nada.

El Electra se hallaba extraordinariamente bien equipado en lo que respecta a la radio, y no se comprende lo que pudo impedir a la Girl Lindbergh dar más precisiones.
Un navío que participaba en las búsquedas, el Istaca, observó en el cielo unos cohetes anaranjados. Alivio general. Sólo podía tratarse de los náufragos. A pesar de la bruma de tormenta que se cernía sobre las olas, los cohetes seguían estallando -a unos 30 metros de altura-y alimentaban la esperanza de los salvadores. Pero a medida que se acercaban los navíos, los cohetes parecían provenir de un punto más lejano, y así indefinidamente...
Nadie comprendió por qué los cohetes podían también alejarse.

Además, ¿cuál era la otra fuente de emisión que causaba la interferencia en las ondas de radio? ¿Tenía alguna relación con aquellos extraños cohetes anaranjados que estallaron en el cielo, así como con la desaparición de la Girl Lindbergh?
Las operaciones de búsqueda habían adquirido una envergadura formidable. Costaron 250.000 dólares diarios. A pesar de todo no se encontró la más mínima señal del Loockheed Electra y sus pilotos.


Pero de todo esto se deduce un hecho revelador: Amelia Earhardt hizo desesperados esfuerzos para comunicarse por radio con los salvadores, y sus mensajes estaban mezclados con interferencias procedentes de una fuente desconocida, que debe de tener alguna relación con el hecho de que innumerables aviones hubieran desaparecido sin poder lanzar la más mínima llamada de socorro. Si consiguió, a pesar de todo, hacerse oír de alguna manera, aunque fuese brevemente, fue, sin duda, gracias al material de radio muy perfeccionado de que disponía, y que constituía por sí solo un verdadero, aunque pequeño, laboratorio volante.
Una tormentosa bruma bastante extraña…

DESAPARICIONES EN SERIE

Cuando se estudia el caso aislado de la desaparición de un avión o de un barco, resulta fácil explicarla mediante numerosas hipótesis, todas las cuales, pueden ser tomadas en consideración. Ya hemos subrayado anteriormente esta comprobación. Pero si se establecen relaciones entre muchos casos de desapariciones producidas durante el mismo período y, a veces, el mismo día y en la misma región, el misterio se oscurece aún más, pero el fenómeno que las provoca no puede ser natural, y su presencia es indiscutible...

Así, en marzo y en mayo de 1962, dos «Superconstellation» desaparecieron, sin lanzar ninguna llamada de socorro, en la ruta que les llevaba al Lejano Oriente, cuando transportaban al Vietnam gran número de militares americanos. Esto podría explicarse, quizá, por una tempestad tan violenta como efímera, por un sabotaje, etc.

Pero, ¿cómo puede explicarse que el 21 de octubre y el 12 de noviembre de 1969, dos aviones militares americanos que participaban en las maniobras de la OTAN desaparecieran totalmente, uno en el mar Egeo y el otro en territorio turco, seguidos muy cerca por un caza monoplaza «Corsair», un avión experimental, que se desvaneció en aguas de Sicilia ... ? Todas estas desapariciones ocurrieron en el Mediterráneo y en cortos intervalos.


A comienzos del año anterior, en el espacio de quince días, tres aviones «Mystere IV» desaparecieron sobre Solenzara, en Córcega. Dos de ellos volaban juntos. Según las autoridades militares, los aviones se habrían estrellado, por separado, en el mar, debido a «una causa indeterminada»... En 1968, el mismo día, un avión americano se desvaneció sobre Corea, y un avión militar desapareció en el Himalaya con 98 personas a bordo.

Puede tratarse de coincidencias, y nosotros lo aceptaríamos de buen grado si no nos parecieran demasiado burdas. En realidad, no creemos ya en las coincidencias exageradas, y lo que sigue nos dará la razón.


En efecto, el 21 de julio de 1951, un «DC-4» desapareció sobre Alaska, y seis días más tarde un avión monomotor que transportaba a un explorador y a su mujer, dejó de dar señales de vida exactamente en la misma región. Hasta aquí, la coincidencia es posible.

Pero el 4 de agosto, otro monomotor, con 7 personas a bordo, desapareció cerca de Alaska, entre Muchalat y la isla de Vancouver, en un trayecto de sólo 60 kilómetros. El día 14 del mismo mes, un bombardero cuatrimotor de patrulla americano, tipo «Privateer», desaparecía, a su vez, sobre Alaska, con doce hombres a bordo. Al llegar aquí, hablar de coincidencias revela una gran fantasía, tanto más cuanto que quince días más tarde, un bombardero de la Aeronaval americana se desvaneció también en Alaska.

En suma, 81 personas desaparecieron sobre Alaska o en sus cercanías en el espacio de seis semanas, y sin enviar ningún mensaje de socorro. Una verdad que duele ... En efecto, se trata de una realidad que convertirá en soñador al más escéptico, al racionalista más convencido.
Alaska es una región en la que, según una comprobación que se impone más cada año que pasa, se producen sucesos inexplicables a un ritmo inquietante. Para ilustrarlo mejor, añadiremos que al año siguiente, a fines de 1952, se produjo una nueva serie en la región comprendida entre Alaska y el Estado de Washington.

A partir del 7 de noviembre, dos «C-119» y un «C-124» cayeron o desaparecieron sobre las bases de Kodiak y de Anchorage. Después, un «C-119», un «C-54», un bombardero de la Aeronaval, un bombardero de la «Canadian Royal Air Force» y «el C-124 de Navidad», llamado así porque transportaba unos militares con permiso, se estrellaron o desaparecieron en los alrededores del trapecio formado por las localidades de Comox, Shelton, Tacoma y Billings, en la zona de los lagos Moses, en Alaska... .



En estas series, lo más extraño es, sin duda, el silencio que acerca de ellos han mantenido las autoridades militares, que se contentaban con registrarlas y hacer olvidar después que todo esto es posible en pleno siglo XX, en tiempo de paz ...

Silencio de los aparatos desaparecidos. Mutismo oficial. El misterio se hace así más grande y atrayente, pues una investigación bien llevada habría podido lograr una «normalización» de estos acontecimientos. Es necesario pensar que una investigación, en tales condiciones, sólo era realizable en el mayor secreto, lo cual ha debido llevarse a cabo, sin duda.
Pero, ¿hubo una investigación cuando, en las Montañas Rocosas, desaparecieron cerca de cien personas en accidentes de aviación, entre el 6 y el 26 de octubre de 1955? Ni un solo aparato emitió el SOS. Es necesario creer que esta vez la investigación alcanzó sus fines. Unas cámaras de televisión, que captaron las imágenes del suelo, demostraron que uno de los radares de a bordo de estos aviones de caza producía un parpadeo de luz verde de una frecuencia que paralizaba el nervio óptico, de tal manera que el piloto acababa por dormirse. Pero también se ha de aplicar una teoría como ésta a los sucesivos dramas que se produjeron en Alaska, lo cual parece más dudoso. Sería más lógico ver en esta explicación las dificultades de una Administración ante tales hechos.
¿Cuál es entonces, el misterioso fenómeno que recorrió el cielo de Alaska y el de las Montañas Rocosas en 1951, 1952 y 1955? La duda ya no es posible. Se trata de un mismo fenómeno, del que se cierne sobre los navíos abandonados por sus tripulantes, sobre familias enteras o sobre miles de personas desaparecidas misteriosamente...




Existen puntos de contacto entre las desapariciones de aviones, pero ningún comité oficial de investigación se ha interesado realmente por ellas. Sin embargo, una se produjo claramente entre la desaparición de la superfortaleza americana el año 1947, y la del Star Tiger, al año siguiente, el 30 de enero de 1948, a la una de la madrugada. Se trataba de un enorme cuatrimotor. En ambos casos el tiempo era excelente, los aparatos funcionaban a la perfección y no se encontraron huellas de aceite, restos ni cuerpos.
Todo ocurrió como si una gigantesca red atrapara, al azar de un encuentro fortuito, todo lo que se halla sobre el mar y en el cielo, un poco a la manera del cazador de mariposas. Parece incluso que, en un accidente ocurrido en las Montañas Rocosas, se encontraron los restos del avión, pero ni una sola señal de los cadáveres o supervivientes. ¡Se habían volatilizado los tres militares que lo ocupaban!

La serie negra que se produjó en 1963 comporta asimismo tales relaciones e indicios que se extraña uno de la asombrosa habilidad con que procede nuestro fenómeno.
En efecto, en el mes de febrero de 1963, en el triángulo de las Bermudas o, más precisamente, en la zona de Drow Tortugas, un enorme petrolero, el Marin Soulfour Queen, desapareció con 39 hombres a bordo.

Cinco meses más tarde, y también sin dejar huella, el pesquero Snow Bow desapareció, a su vez, en la misma región.
El 28 de agosto, dos enormes aviones petroleros, con una tripulación formada de 11 personas, lanzaron su último mensaje entre el continente americano y las Bermudas. Su objetivo consistía en aprovisionar en vuelo a un grupo de bombarderos pesados sobre el Atlántico... En pleno día, y con un cielo sin nubes, se volatilizaron.

La sucesión de estos tres casos en la misma zona y próximos a las costas americanas, tan frecuentadas, nos obliga a dudar de la eficacia de los medios de detección clásicos. Nada amenazaba en el cielo a los aparatos. No fue señalada ninguna perturbación atmosférica peligrosa (!), aunque esto no bastaría para explicar la ausencia de señales de socorro. ¿Qué formidable juego de manos pudo escamotear, uno a uno, estos aviones y estos navíos? Después de estas tragedias, que desarman a los Servicios de Seguridad, creemos percibir a veces la sarcástica risa de algún Maquiavelo cósmico...
Las investigaciones oficiales no llegan a ningún resultado convincente cuando son publicadas, de lo cual puede deducirse la probabilidad de que las autoridades militares hayan decidido cambiar de táctica. En la medida de lo posible, intentarían adelantarse al misterioso fenómeno, para conocer mejor su naturaleza, explorando sistemáticamente las zonas del cielo que parecieran sospechosas…


ENFRENTADOS CON LO DESCONOCIDO

¿Qué otro método escoger? No conocemos ninguno mejor; pero, ¿cuál ha sido su resultado?
El día 1º de julio de 1955, 8 aviones a reacción portugueses se estrellaron cerca de Lisboa. Una espesa niebla cubría la región. Pero, ¿basta esto para provocar tantas caídas simultáneas? Es prácticamente imposible. ¿Se aproximaron demasiado estos aparatos al conocido fenómeno rodeado de bruma?

Este precedente debió de incitar a seis cazas británicos a perseverar en esta caza abierta, puesto que los seis se estrellaron en Norfolk, en febrero de 1956... No vemos ninguna otra razón que explique estas desgraciadas coincidencias. A menos que se trate de un «encuentro imprevisto», como podría deducirse del hundimiento simultáneo de tres cazas holandeses, en Alemania, tres meses más tarde.

Es normal que un aparato tenga serias dificultades cuando se aparta de una escuadrilla en vuelo, y esto ocurre a menudo; pero se halla en los límites de lo imposible que un caza arrastre a otros aviones en su caída.
Incluso para los aviadores experimentados, supone un trabajo sobrehumano atravesar este misterio y resolverlo, de tal manera que sólo pueden esperar lograrlo a fuerza de perseverancia. Así, en julio de 1962, 4 cazabombarderos «F-104» se estrellaron cerca de Colonia. Más tarde, 3 aparatos norteamericanos, que habían despegado del portaaviones Independance, se estrellaron en Bretaña, en agosto de 1963.
Cosa extraña. La mayor parte de estas series se produjo en Europa. ¿Acaso el cielo ocultaría durante esta época la clave del enigma? Los cinco aviones a reacción que se estrellaron en agosto de 1956, el mismo día, al sur de Estocolmo, parecen demostrarlo a ciencia cierta...
Escuadrillas desamparadas...

Si se estrellan de esta manera, simultáneamente, formaciones enteras, es probable que se deba a una repentina avería en el funcionamiento de los motores, como les ocurrió a tres aviones que cayeron, en Washington, en 1950. Pero esto no explica cómo pudo producirse la avería. Tal vez exista una relación entre el silencio de los aparatos de radio y estos motores brutalmente estropeados..., como si el fenómeno provocase siempre un corte en el funcionamiento de cualquier sistema eléctrico.

La misma desdichada aventura se produjo con ocho «Thunderjet» que se estrellaron, uno tras otro, el 8 de junio de 1951, en un radio de algunos kilómetros alrededor de Richmond (Indiana). Acababan de despegar cuando se encontraron con una violenta tempestad... ¿magnética? La hipótesis oficial «normalizó» estos casos diciendo que la caída de los aparatos se debió a una capa de escarcha que, al impedir la entrada de aire, hizo que los motores se fundieran en unos segundos. Pero, ¿cómo explicar que, de la formación de 71 aparatos, sólo 8 de ellos corrieran esta suerte? Por otra parte, si ésta fue la causa de los hechos, ¿por qué no se tomaron inmediatamente las necesarias precauciones de seguridad, a fin de que no se volvieran a producir accidentes de esta clase? Porque, tres años más tarde, en diciembre de 1953, otros cuatro «Thunderjet» de la guardia nacional aérea de Georgia, cayeron envueltos en llamas desde unos 3.500 metros de altura, todos a la vez... El tiempo era tormentoso, pero esto no lo explica todo. Un nuevo elemento entra en escena. Justamente antes de la catástrofe, uno de los cuatro pilotos gritó: « ¡Estamos encima...!». Esto es lo que dice un piloto que va a interceptar a un aparato desconocido... Sólo se puede deducir una cosa: los cuatro aparatos fueron al encuentro de este misterioso fenómeno que nosotros intentamos precisar en estas páginas.

Otro caso de accidentes en serie, provocó vigorosas polémicas en la Prensa, que quería conocer la verdad...
El 25 de mayo de 1966, 6 «Mystere-IV» se estrellaron en la región de Huelva, alrededor de Sevilla (España), o sea, en la región de Palomares.
Sin embargo, el cielo estaba completamente despejado, salvo «una capa de estratos bajos», que los aviones encontraron en su camino. Tras haber penetrado en la capa de nubes, los aviones no pudieron comunicar más con tierra…
Radios silenciosas...

Unas perturbaciones se habían producido en los aparatos electromagnéticos de la dirección por radio. Ahora bien, en todos los aparatos hay algunas frecuencias de urgencia y, por tanto, siempre es posible lanzar un mensaje de socorro.
Entonces, los pilotos se lanzaron de sus aparatos, que se estrellaron en un radio de diez kilómetros, «para evitar cualquier aglomeración». Pero habían podido volver a Biarritz o a Madrid, ya que tenían aún 600 kilos de carburante, o sea el doble de la reserva de seguridad. Según la hipótesis oficial, los aparatos «no encontraron el terreno de San Pablo, pese a estar muy cerca, y prefirieron agotar el carburante».
¿Que los pilotos no tenían ninguna idea de su posición? Parece como si todos los aparatos de a bordo dejaran de funcionar al mismo tiempo, pues, para un grupo de aviones tan modernos, provistos de todos los perfeccionamientos necesarios para la navegación aérea, perderse a causa del mal tiempo constituye una broma de mal gusto...
Todo ocurrió como si los pilotos no tuvieran medios para saber de qué lado se encontraba el mar, ni dónde el terreno más próximo. Todas las brújulas debían de haber enloquecido de la misma manera... pero, ¿por qué? Después, las comunicaciones por radio se interrumpieron a la vez en los seis aparatos, y sólo en su sector, es decir, en «la capa nubosa de estratos bajos». En otros lugares, el tráfico aéreo no había sido perturbado.
Nubes inquietantes...

A pesar de una gran experiencia y de un número muy tranquilizador de horas de vuelo en su haber, los pilotos sentirían miedo, perderían la cabeza y no sabrían dirigirse hacia Palomares, que, sin embargo, sólo está a unos minutos de vuelo. De todo esto podemos deducir, con toda certeza, que los pilotos prefirieron agotar el combustible antes que extraviarse, y que tenían una imperiosa razón para hacerlo así, pues ningún piloto pierde fácilmente su sangre fría. Si los aparatos recibieron la orden de «controlar los estratos bajos», todo queda explicado. Sin duda, los pilotos descubrieron en aquella capa nubosa «algo» que los intrigó y que perturbó todos los aparatos de navegación...
Unos «Messerschmitt» enloquecidos...



EL MISTERIO DE LA ESCUADRILLA DESAPARECIDA

El 5 de diciembre de 1945 se produjo un acontecimiento fantástico. Tuvo una inmensa resonancia, y las autoridades militares reaccionaron prudentemente.
Cinco «Avenger», torpederos del aeródromo naval de Fort Lauderdale (Florida), desaparecieron, mientras volaban, con sus tripulaciones, sin que se encontrara ningún resto de ellos...
Cuando se encontraban frente a las costas de Florida, a media tarde, en un vuelo de rutina que debía conducirlos 250 kilómetros al Este y 60 al Norte, se produjo repentinamente el hecho, antes de que regresaran a su base. Los pilotos, que tenían de seis a trece años de práctica, fueron incapaces de dar su posición ni siquiera, aproximadamente, de saber de qué lado estaba el Oeste, o hacia dónde se dirigían.
Todo era anormal y extraño, y hasta el mismo océano no parecía el de costumbre... Sus últimas palabras fueron:
-Somos incapaces de determinar nuestra posición. Creemos que nos encontramos a trescientos sesenta kilómetros al noreste de la base. Pensamos que...
En este preciso momento fue cuando, «oficialmente», se interrumpió la comunicación.

Vincent Gaddis subrayó que, aun en el caso de que una tormenta magnética hubiera desorientado los compases, el Sol continuaba sobre el horizonte. Bastaba dirigirse hacia él. Ahora bien, el Sol era «invisible» para los pilotos.
Volando hacia el Oeste, la patrulla habría alcanzado Florida; hacia el Este habrían podido distinguir las Bahamas; al Sur, las islas Andros y al Norte y al Sur, sólo espacios vacíos. Sea como fuere, sobre todo con buen tiempo, los tripulantes habrían debido distinguir una tierra en el horizonte...
Se dedujo que los aviones habían volado en círculo. Por tanto, las brújulas estaban desorientadas, como a bordo de los «Mystere-IV», de los que ya hemos hablado. «Algo» perturbó todos los instrumentos de a bordo y redujo los aparatos de radio al silencio o a un alcance muy limitado.
Inmediatamente fue enviado un avión de socorro a los lugares del drama. Se trataba de un gran hidroavión, un «Marinen», que disponía no sólo del aparato normal de radio, sino también de un generador manual para los casos de urgencia, como último recurso. ¡Y también desapareció!
El capitán Humphrey, encargado de la Seguridad Aérea, concluyó, sin comprometerse:
-No creemos que haya una aberración atmosférica en esta región, ni que haya existido en el pasado. Los aparatos de los portaaviones y terrestres realizan muchas operaciones, sin que se produzcan incidentes. Una escuadrilla que se estrella por causas desconocidas... Una patrulla que desaparece sin dejar restos.
Sin dejar restos... Sin embargo, cada aparato iba provisto de canoas neumáticas de inflado automático y de chalecos salvavidas.
Entonces, ¿cómo es posible que no se encontrara ningún resto, ningún superviviente? Los aparatos habrían debido flotar lo suficiente como para que se vieran cuando llegaron los socorros al lugar del drama. Su estructura fue concebida con este fin. Resulta curioso que no dejara huellas del accidente ninguno de los cinco «Avenger». 



Desde muchos puntos de la costa había sido posible oír cómo los pilotos dialogaban entre sí en fonía. Se hacían preguntas extrañas.
Pero la base, así como otros puestos que habían sido alertados, no pudieron establecer contacto con la patrulla... ¡La radiogoniometría no fue capaz de determinar la posición de los aparatos!
Durante la noche, trescientos aviones de salvamento y más de una veintena de barcos de guerra -entre ellos, el portaaviones Salomón, que se encontraba en la misma zona-participaron en las operaciones de búsqueda. Por si fuera poco, los navíos de la base inglesa más próxima se unieron a ellos. A pesar de este despliegue, no se encontró ningún resto sobre aquel mar registrado metro a metro. Tampoco se observaron indicios del drama a la mañana siguiente...
Habríamos podido establecer la presencia, en aquellos parajes, de cualquier perturbación atmosférica, si el boletín meteorológico no hubiera sido formal en este punto. En el triángulo de las Bermudas, la velocidad del viento no había rebasado los 20 metros por segundo. Además, los aviones volaban a mucha altura en el momento de su desaparición.
Si la patrulla hubiera sido como una bandada de simples moscas sobre las que se proyecta el humo de un cigarrillo, el resultado habría sido equivalente: habrían quedado totalmente desorientadas. Pero aquí, ¿qué fenómeno pudo aprisionar simultáneamente a 5 «Avenger Greman», con los 27 hombres que los ocupaban?



La única explicación posible es la existencia de un fenómeno antinatural, cuyas manifestaciones son tan imprevisibles como invisibles, contrariamente a la opinión del estadistico G. Vladimirov, quien, en la revista soviética Técnica y Juventud, intentó asimilarlo a las causas de accidentes de aviación, después de todo lógicas. A nuestro parecer, la naturaleza y circunstancias de una desaparición no pueden ser asimilables a las de un accidente debido a fallos técnicos o humanos. Sobre estos puntos, las estadísticas no tienen ninguna relación de equivalencia.

El dramático diálogo que se había establecido entre los pilotos duró, aproximadamente, cincuenta minutos. En este tiempo, los aparatos volaron en círculo, dado que estaban desorientados por completo, mudos, ciegos y sordos a las llamadas de la torre de control. A su vez, el hidroavión desapareció veinticinco minutos más tarde. Por tanto, el fenómeno duró algo más de una hora, puesto que voló sobre los lugares del drama un nuevo avión de socorro, y éste no desapareció.
Un fenómeno inimaginable que tarda una hora en desarrollarse y que resulta completamente invisible.
En este caso extraordinario, todo tiende a demostrar que la desaparición de los cinco «Avenger» no fue casual, sino, por el contrario, la consecuencia de un fenómeno «preparado». La patrulla pudo muy bien ser desorientada, para convertirla en una presa fácil. El comité de investigación se declaró «incapaz incluso de formular una sola hipótesis sobre lo que pudo ocurrir».
-Desaparecieron tan completamente como si hubieran huido a Marte -declaró después un oficial.

Pero esta región, llamada desde hace más de veinte años la «trampa del cielo» (sky-trap), causó una nueva víctima el 16 de marzo de 1972... Se volatilizaron en ella el piloto y el copiloto de un avión de la pequeña compañía privada americana «Newstar». Sus últimas palabras fueron registradas:
-Aquí, Fox-Trot, Bravo, Yankee 17 de la Newstar... ¡Mayday ... ! Pedimos ayuda urgentemente... Estoy perdido al norte del archipiélago de las Bahamas. Brújula estropeada, es imposible continuar la navegación aérea... Pido posición por gonio…
El piloto había entrado en una zona de densa niebla, de color amarillento, que le impedía hacer cualquier observación, ya que la visibilidad era nula. En cambio, a simple vista no se observaba ninguna perturbación en la zona. Después, parece ser que el piloto vio algo, y la conexión por radio quedó cortada definitivamente... Como en los casos de desaparición en serie de aviones, tampoco esta vez se encontró ningún resto.

SE LEVANTA EL VELO

Debemos establecer un balance, ya que no sólo las desapariciones misteriosas engloban navíos de cualquier género y de todos los tonelajes, sino que tienen numerosos puntos en común con las desapariciones en vuelo, cuando nada podía hacerlo presagiar.
Barcos, submarinos -atómicos o no-, aviones de línea y aparatos militares han desaparecido sin dejar rastro y sin que se pueda emitir una hipótesis sólida sobre estos casos.
Sin embargo, un punto común esencial ilumina esta investigación bajo una luz interesante. Estos aparatos, desde la generalización de los puestos de radio a bordo hasta las más perfectas instalaciones técnicas, podían emitir un mensaje en cualquier momento. Ahora bien, no sólo no lanzaron el SOS, aparte alguna rara excepción, sino que tampoco pudieron revelar la naturaleza del fenómeno que se abatió sobre ellos... Como declaró el comité del «Lloyd's», esta comprobación es asombrosa y desafía la lógica.
Si una tempestad se abate, sobre unos buques aislados, queda, sin embargo, cierto margen de tiempo para transmitir a tierra las condiciones atmosféricas que van a convertirse en un peligro. Aunque aparezca de repente una tromba, sigue existiendo tal margen. También sigue habiéndolo en el caso de que aparezcan icebergs, del mismo modo que un tifón o un huracán se anuncian antes de su llegada. Un maremoto no pasa inadvertido, y una erupción volcánica submarina deja señales. 



Pues bien, parece como si todas estas naves hubieran sido, en cierto modo, «amordazadas» de tal manera, que no se les dejó ninguna oportunidad para advertir, por radio, la inminencia del peligro, ya que sus medios de comunicación habían dejado de funcionar...
Una segunda comprobación -que se deduce lógicamente de la primera-es que el fenómeno que provocó estas misteriosas desapariciones tuvo que aparecer de «repente» y dejar a las tripulaciones sin capacidad de reacción, Ningún fenómeno natural puede desarrollarse con tanta velocidad y eficacia.
En fin, la última comprobación no se presta a confusiones. El fenómeno no deja huella alguna de su paso ni de sus víctimas ocasionales.
Dicho de otra manera todo se desarrolla como si navíos y aviones fuesen puestos bruscamente bajo una campana de vidrio, para desaparecer después de este mundo, algo así como mariposas cogidas en la red de un entomólogo y metidas después en una caja de cerillas…

Por otra parte, si se observa el problema desde un punto de vista estadístico, se ve en seguida que los más afectados son los cargueros. Aparte el hecho de que este tipo de buques es el más abundante en los océanos, conviene subrayar la importancia de las mercancías volatilizadas de este modo. En líneas generales, se trata de la mayor parte de los ingredientes, materiales, etc., utilizados en el mundo.
Si se acepta la teoría de unas vastas operaciones de piratería -aunque esto sea imposible, dados los hechos de que disponemos-, tal suposición permite deducir que el modo de procurarse todos estos ingredientes sin necesidad de recurrir a la industria que los extrae y los comercializa, sería, en efecto, escamotear los buques. Pero ninguna potencia dispuso antaño ni dispone hoy de los medios que le permitan proceder de esta manera. De todos modos, esta actividad sería poco rentable y no pasaría inadvertida.
Además, si se considera que entre los buques y los aviones que desaparecieron misteriosamente, había aparatos que se encontraban en lo más avanzado de una técnica  que ,registraba diferentes épocas de la historia de la navegación, de los desplazamientos humanos sobre el mar, bajo el mar y en los aires, se llega a la conclusión -espantosa-de que establecer una tal colección rebasa el entendimiento humano.
En efecto, ¿qué gran potencia seguiría esta política cuando las actuales técnicas de espionaje ya no dejan nada al azar? Por tanto, debe de tratarse más bien de aparatos recogidos para algún fantástico museo, cuya existencia no podemos suponer en este bajo mundo. Pero, entonces, ¿dónde? Sabemos que estas desapariciones no son fruto del azar.

CIRCUNSTANCIAS IDÉNTICAS

Más, paralelamente a las numerosas desapariciones misteriosas, siguen haciéndose observaciones que cada día es más difícil dejar de lado. De esta manera, después de la desaparición simultánea de los cinco «Avenger» y del hidroavión, viose un cohete rojo en el cielo cerca de Melbourne. Después, el mismo día, se oyó una explosión a gran altura en el cielo, exactamente tres horas después del último mensaje de la patrulla...
Los 6 «Mystere-IV» no tenían ya noción de dónde estaba el mar.
Los 5 «Avenger» dejaron de ver el Sol.

Si es indudable que hay una relación entre estos dos sucesos, hemos de añadir que, horas antes de que se estrellasen los aparatos franceses cerca de Sevilla, el departamento de Var fue sobrevolado por un enorme ingenio aéreo desconocido que, después, también sobrevoló Fréjus.

Incluso se tomaron algunas fotografías, y un testigo dibujó un croquis. Una flotilla de «estratos bajos» que recorre el cielo...



Pero si la desaparición de los 5 «Avenger» fue seguida por la de un hidroavión de socorro, todavía hemos de dar cuenta de un caso tan notable como éste.
Un día de noviembre de 1954, a 70 kilómetros al sudeste de Cherry Point, en Carolina del Norte, un bimotor desapareció con 5 hombres, a bordo sin que se encontraran restos.
Tres horas después, un cazarreactor «Skyknight», de la Marina, salió en su busca... iy también desapareció!
Dos destructores y otros dos aviones prosiguieron las operaciones de búsqueda, sin incidentes y sin ningún resultado.
¿Es una coincidencia?
Un misterioso fenómeno que se desarrolló, en medio de la ignorancia de todos, durante tres horas, y otro durante una, que absorben aviones uno tras otro...
Unos oficiales aterrados contemplando una nube.
Aunque admitiéramos, contra toda evidencia, que se trata de un fenómeno natural, ¿cómo es posible que «nadie» hasta ahora haya podido observar su desarrollo en ningún momento? Innumerables argumentos abogan en favor de un fenómeno «provocado», «ordenado», cuyas implicaciones son infinitas.

En el triángulo formado por las Bermudas, Florida y Puerto Rico, se han producido numerosas desapariciones, y han afectado ya a un avión, ya a un buque, ya a un grupo de aparatos en formación. Pero a fin de cuentas, se trató siempre de elementos «aislados».
Si bien sabemos que las escuadrillas de aviación realizan frecuentemente importantes operaciones, nunca han sido afectadas por este fenómeno, que, en caso contrario, habría podido, por fin, ser observado, descrito y analizado. Se habría podido, por fin, establecer su verdadera «ficha descriptiva»...
Lo que acredita la tesis de que, detrás de estos sucesos, se oculta una «voluntad», es el hecho indiscutible de que «nunca hubo testigos»


GIGANTES DEL AIRE, ABSORBIDOS

Por tanto, es evidente que el fenómeno causante de estas desapariciones lleva a cabo cierta «elección» y evoluciona con inteligencia, de la cual da a menudo pruebas, hechos todos que van perfilándose a lo largo de esta investigación.
Puesto que se han volatilizado hasta submarinos nucleares y buques muy perfeccionados, no es nada extraño que aviones de cualidades técnicas secretas hayan corrido la misma suerte.
En este sentido, es sorprendente que los hechos que exponemos a continuación hayan sido asimilados por los servicios secretos interesados, a simples sucesos de origen natural...
Uno de estos casos es el del avión de transporte, de gran tamaño, «Globemaster», que desapareció, en marzo de 1951 sobre el Atlántico, con 52 personas a bordo. En su época era la última palabra de la técnica en materia de navegación aérea.
Este tipo de aparato puede transportar a 150 hombres con sus equipos. Su tamaño hace de él uno de los más importantes en la Flota aérea estratégica norteamericana. Por si fuera poco, el que, se volatilizó transportaba equipos y planos que al Cuartel General norteamericano no le habría gustado jamás que cayeran en manos extrañas. Esto explica que 63 aviones, un submarino, una corbeta y dos fragatas meteorológicas (...) registraran con todo detenimiento el océano frente a las costas irlandesas. Después se unió a las operaciones de búsqueda un portaaviones norteamericano, el Coral Sea. Aunque la zona del drama fue exhaustivamente rastrillada, no se pudo encontrar nada...

Era incomprensible, pues, si se hubiera tratado de un accidente, las canoas neumáticas de a bordo habrían podido ser utilizadas con facilidad por los supervivientes, lo cual no hicieron.
Lo que es intrigante es la presencia de las dos fragatas meteorológicas. Los radares clásicos pueden detectar todo lo que se encuentra en el aire, pero son incapaces de revelar una anomalía in mersa en una zona nubosa. Y esto pueden hacerlo dichas fragatas…
Nubes inquietantes, centenares de hombres que desaparecen….
Más adelante se producía una coincidencia. En efecto, también sobre el mar de Irlanda desapareció un «Victor-Mark II», en agosto de 1959.
Este avión efectuaba un vuelo de ensayo ultrasecreto, a gran altura, al objeto de probar, en condiciones operacionales muy difíciles, una de las más recientes armas atómicas que poseía Gran Bretaña. Considerado como el bombardero más rápido y «de techo más alto» del mundo, fue ideado para transportar una bomba volante especial, que podía ser lanzada por el aparato a muchos centenares de kilómetros del objetivo...
Diez buques participaron en las operaciones de búsqueda. Una vez más se evidenció un indicio insólito, como en toda intervención misteriosa, cuando se produce una desaparición. En efecto, se observaron en el cielo algunos cohetes... También se descubrió una mancha de aceite, sobre la que flotaba una ballena muerta. Lo cierto es que en el Ministerio del Aire británico se extrañaron de que durante el vuelo no hubiera podido captarse ningún mensaje de socorro.
Las radios permanecieron en silencio...

Los investigadores supusieron entonces que, a gran altura, el aparato tendría «dificultades imprevistas», que el comandante de a bordo no tuvo tiempo de señalar por radio... Pero esto es también increíble. Aquel aparato poseía los más perfectos equipos de radio y de navegación de la época, su estructura había sido probada con éxito e iba pilotado por una escogida tripulación de la «Royal Air Force». Era casi imposible que hubiese podido volatilizarse así…. No se encontró ningún resto.
Cohetes en el cielo... Decenas de aviones que desaparecen...

Pero una nueva víctima vino a sumarse a esta lista negra que van formando los prototipos militares.
Un cuatrimotor de reconocimiento estratégico «RC-135», del Ejército del Aire norteamericano, se volatilizó frente al archipiélago de las Aleutianas, al norte del Pacífico, en julio de 1969. Tenía por misión detectar y registrar las comunicaciones por radio de los soviéticos. Seis meses más tarde le tocó el turno a un caza manoplaza «Corsai», que desapareció frente a Sicilia, como ya hemos dicho. Se trataba también de un avión experimental dotado de medios de detección ultrasecretos. Pero sin duda, no logró detectar a tiempo el repentino fenómeno que absorbió al avión y los tripulantes sin darles tiempo de lanzar ningún mensaje... El mismo día desaparecieron en el Mediterráneo otros dos aparatos.
Luego fue un avión ruso, que, el 20 de julio de 1970, transportaba socorro para las víctimas del terremoto del Perú. Después de haber llenado sus depósitos en Islandia, se volatilizó sobre el Atlántico. Se trataba de un «Antonov-22», uno de los más grandes aviones del mundo.

Se observará que los aparatos norteamericanos que se pierden así parecen ser los más numerosos. Pero, como la mayor parte de los acontecimientos que se sitúan en la Unión Soviética, es raro que se filtren tales informaciones. Sólo podemos suponer que las desapariciones misteriosas deben de ser allí también frecuentes. Sería bastante extraño que un fenómeno como éste hiciera distinciones entre las nacionalidades a las que pertenecen sus víctimas.


UN FENÓMENO PLANETARIO

Un fenómeno planetario desconocido que se localiza en ciertas regiones del Globo, como las Azores, Alaska o las costas de Florida...
Hasta ahora, los elementos disponibles de esta investigación hacen resaltar muchas comprobaciones. El mismo fenómeno actúa en todas las regiones del Globo, y escamotea con la misma facilidad tripulaciones enteras, buques o aviones, e incluso muchos aparatos a la vez. Sus víctimas pueden ser personas aisladas o regimientos enteros, sin que esto último suponga, aparentemente, ninguna imposibilidad material.
Pero, ¿de qué manera se manifiesta «planetariamente»?

En febrero y marzo de 1951, un hidroavión británico, una superfortaleza volante y un cuatrimotor de transporte norteamericanos desaparecieron en el Mediterráneo sin dejar huellas. En la misma época y región, dos cargueros, el Gyrenaica I y el Gundrun, dejaron de transmitir mensajes.
Luego le tocó el turno a un «Globemaster», que desapareció en el Atlántico. Al mismo tiempo, otros dos cargueros, el Twilit Waters y el Pepe Luis López, desaparecían en el canal de la Mancha.
Durante los seis meses siguientes, de junio a noviembre, 45 aviones de la RAF se estrellaron en tierra por una causa indeterminada. Además, en junio, un bombardero tipo «Wellington» desapareció en el curso de un ejercicio frente a la costa marroquí. Dos meses más tarde les tocó el turno a dos cazas a reacción americanos en el Mediterráneo y, a principios de octubre, cerca de las Azores, el acorazado Sao Pauto, condenado al desguace, se volatilizó sir. dejar huellas. Una semana más tarde, y también en la zona de las Azores, una cincuentena de aviones buscaron a un «Stratofreighter» del Ejército del Aire norteamericano, que desapareció con 13 personas a bordo...
En noviembre, y en los alrededores de Boston, cerca de un millar de personas avisaron a las autoridades. Habían visto un «misterioso resplandor» sobre el mar...
He aquí un conjunto de hechos extraños. Pero estas desapariciones misteriosas, acompañadas de fenómenos y de observaciones insólitas, se sitúan en una región del mundo bastante limitada y en un lapso de tiempo lo suficientemente corto como para ser inquietante...

Y por si este ejemplo no fuera lo bastante convincente, una serie más inquietante aún se produjo a fines de 1954 y a principios de 1955.

El 2 de setiembre de 1951 se observó en las costas de California una extraña «bola de fuego», que se deslizó sobre el agua y desapareció ante los ojos de numerosos testigos. El 1º de noviembre, a 600 kilómetros al este de Baltimore, desapareció un «Superconstellation» de la Marina estadounidense con 42 personas a bordo. Quince días más tarde, un bimotor de la Marina norteamericana se volatilizó cerca de las costas de Carolina del Norte, es decir, en la misma región y, tres horas más tarde, corrió la misma suerte un caza que salió en su busca.

Al mes siguiente se observó en el cielo un monstruoso «meteoro» de 60 metros de envergadura, que se desplazaba horizontalmente ( ... ), cuya cola despedía un brillo cegador sobre el Atlántico. Las autoridades prefirieron no levantar polémicas sobre el asunto.
Pero esto no impidió que, al mes siguiente (enero de 1955), 10 aviones y 3 navíos de guerra buscaran en vano 2 cuatrimotores de reconocimiento de la «RAF», desaparecidos en el Atlántico...
Y  la serie continúa. 

En febrero, un bombardero norteamericano se desvaneció en la región de Anchorage, en Alaska. El mismo mes, un gran «globo de fuego», que fue observado por numerosos testigos, se desplazó sobre las Antillas y la Florida Meridional. Seis días después de esta observación, un avión belga desapareció cuando iba a aterrizar en el aeródromo de Ciampino, cerca de Roma. Antes de cortarse repentinamente la comunicación, el piloto dijo que había visto en el cielo «una bola de fuego»... Al día siguiente, 14 de febrero, viose sobre BrazzavilIe una «misteriosa mancha anaranjada». Durante los meses que siguieron, 2 aviones desaparecieron al sur del ecuador: el primero, al sudoeste de Duala, en el mar, y el segundo, sobre el macizo del Kilimanjaro, lo cual significa que, con algunos días de intervalo, tres acontecimientos «irracionales» se desarrollaron sobre la misma línea -sobre una línea que atraviesa el Africa Central de Oeste a Este-, tres acontecimientos irracionales...

Este conjunto de hechos, todavía más extraño y revelador, demuestra que se produjo un «desplazamiento» del fenómeno, primero, del Oeste al Este de los Estados Unidos; luego, a través del océano Atlántico, sobre las Antillas y Europa, para terminar su curso en África... Por supuesto que cada hecho, tomado aisladamente, no significa gran cosa. Pero, situado en el conjunto de los hechos, puede iluminar con una luz nueva el fenómeno que nos ocupa, fantástica luz, puesto que adquiere dimensiones claramente planetarias.

Una nueva serie se produjo entre febrero y noviembre de 1956, sin que esta vez se le pudiera encontrar una dirección determinada. Mas no por ello los hechos son menos reveladores.

En efecto, del 3 al 24 de febrero, en la misma región, o sea, el océano Pacífico, frente a Nueva Zelanda y a las islas Fidji, se observaron en el cielo cinco cohetes de origen desconocido, una especie de submarino, un «objeto oscuro», un navío extraño sin mástiles ni chimenea y, por fin, una violenta explosión en el cielo. En la misma época, 6 cazas británicos se estrellaron en Norfolk sin razón aparente. El 24 de febrero, 6 aviones de turismo, que formaban parte de un grupo de 9 aparatos, desaparecieron entre Jamaica y Cuba.

Estos 6 aviones de turismo habían salido de Cuba en dirección a Kingston. Iban con un grupo de 9 aparatos, de los que sólo 3 llegaron, sin novedad, a su destino. A pesar del buen tiempo que reinaba en toda la zona, no se encontraron restos. El grupo realizaba en las Antillas una misión organizada por una asociación religiosa americana, «La Iglesia de la profecía de Dios», de Cleveland (Ohio).
Dos meses más tarde viéronse en el cielo una serie de explosiones sobre la costa este de los Estados Unidos, es decir, en la misma zona, y unas extrañas luces sobre el Atlántico, exactamente en el mismo día...
En los meses de octubre y noviembre siguientes desaparecieron en el Atlántico 2 aviones militares americanos. El primero, entre Inglaterra y las Azores, y el segundo, cerca de las Bermudas.

Nótese la persistencia de estos elementos extraños, constituidos por explosiones, «cohetes» y globos de fuego que recorren el cielo. Pero, más tarde, otros hechos vinieron a sumarse al expediente negro de las desapariciones misteriosas.

Así, en el curso de febrero de 1957, dos cargueros, el Landak y el Minocher Cowasjee, se desvanecieron en el Lejano Oriente. Del 9 al 22 de marzo, 4 aviones desaparecieron también, sin dejar restos, entre Japón y la isla de Wake. Después, el presidente de Filipinas murió en un accidente de aviación cerca de Cebú, a causa de una explosión en pleno vuelo.

El Mediterráneo conoció unos acontecimientos semejantes en enero de 1971. En el espacio de algunas horas, un avión biturbo-propulsor desapareció a 65 millas de las costas argelinas, después de lanzar un breve mensaje de socorro, y un «Comet» explotó, en pleno vuelo, a 10 kilómetros de El Cairo. Unos quince días más tarde desaparecieron dos cargueros, uno de ellos, frente a Malta.

Al mes siguiente, en la costa de Cannes, se descubrió un yate abandonado por todos sus ocupantes, que navegaba a la deriva con las velas hechas jirones, exactamente igual que el que se encontró, en junio de 1972, cerca de Bilbao, también a la deriva.
Buques, aviones, centenares de hombres que se evaporan misteriosamente...
Fuegos en el cielo... Tripulaciones, pasajeros tragados por lo desconocido. Nunca hay testigos...
Si conociéramos fados los hechos extraños ocurridos en el mundo en una sola semana, es muy probable que se hiciera evidente una realidad todavía más clara. Como ejemplo, expondremos tres hechos que acontecieron en la misma semana (mayo de 1972).
Un «DC·8» italiano se estrelló cerca de Palermo sin lanzar el SOS, a pesar de que seguía en contacto con la torre de control. Sin embargo, se descubrió que los pasajeros fueron prevenidos del peligro, pues se habían descalzado. ¿Acaso esto tiene sentido? ¿Qué fue lo que amordazó a la radio de a bordo?

En el Finisterre francés se encontró un hombre con la cabeza destrozada. Se encontraba desbrozando un bosquecillo. Unos testigos afirmaron que nadie habría podido acercarse inadvertidamente al tractor en el que estaba el hombre.
Una nieve amarilla acogió a los esquiadores en los Pirineos. El fenómeno -observado, sobre todo, en los valles de Aspin y de Ossau-se debería a una coloración rarísima, que se intentó asimilar con nubes de polvo procedentes del Sáhara.



LOS TESTIGOS

A principios de 1952, una superfortaleza «B-29» volaba al norte de Hokkaido, en el Japón, seguida, como de costumbre, por los radares, que se habían hecho cargo del aparato.
De pronto, estaciones de referencia detectaron un «avión desconocido» que entraba en el campo del radarscope. Su imagen se acercó sensiblemente a la superfortaleza, y después pareció «fundirse» con ella. En el mismo momento, los pilotos lanzaron un mensaje de socorro. Luego se hizo el silencio, un silencio terrible, angustioso.

A pesar de las operaciones de búsqueda emprendidas para encontrar los armazones de los dos aparatos, que se suponía habían entrado en colisión, no se encontró ningún resto de ellos.
Ahora bien, este inexplicable caso se parece, casi punto por punto, al que se produjo a finales de noviembre de 1953...
Aquel día fue detectado en Michigan (Estados Unidos) un «objeto desconocido». Como la observación se localizaba en una zona declarada prohibida a toda navegación aérea civil, un aparato despegó inmediatamente para interceptarle y hacerle cambiar de rumbo. Durante unos diez minutos, continuó la persecución a más de 800 kilómetros por hora de velocidad. Después, los observadores terrestres vieron en el radarscope cómo las imágenes del «F-89», ocupado por dos hombres, y del «objeto desconocido», se aproximaban sensiblemente y... se confundían.
Sin duda tenía que haberse producido una colisión..., pero no se encontraron restos. Esto superaba la imaginación más desbordada.

Para intentar encontrar una explicación a estos desconcertantes fenómenos, es necesario conocer, con las debidas precauciones, a un «testigo visual». Se trata de una persona que asistió al desarrollo de una de estas extrañas desapariciones de aviones. Pues, aunque parezca increíble, un testigo se encontró por casualidad en los mismos lugares en los que evolucionaba nuestro fenómeno invisible, en los Estados Unidos, cerca de San Luis, y lo relató en la Flying Saucer Review:

Hacia las 17 h. 30 mino del dia 9 de marzo de 1955, estaba observando un reactor que volaba hacia mi cuando, de repente, sin esfuerzo alguno, un extraño ingenio aéreo se colocó detrás de él y lo hizo desaparecer instantáneamente ante mis ojos. El ingenio tenía una abertura a la vista, cerca del avión. Después de «tragárselo», se detuvo y cerró su «puerta». Luego, subió y descendió durante cerca de treinta segundos, para desaparecer, al fin. Al hacer la maniobra de ascenso y descenso pude ver cómo salía vapor o humo de lo que parecían ser puertas o ventanas redondas, colocadas en el punto más alto del ingenio aéreo, el cual tenía la forma de una campana corriente, y era lo bastante grande para llevar dentro muchos aviones del mismo tipo del que había capturado.
Todo esto ocurrió, por decirlo así, cerca de donde yo estaba, de tal manera que pude ver perfectamente tanto el avión como el ingenio. El avión era un cazabombardero ligero, que la Radio de San Luis dio por «desaparecido». Nunca se le encontró. Algún tiempo después, un ingenio idéntico persiguió a tres reactores. Estos extraños ingenios son, sin duda alguna, los objetos más rápidos que he visto en mi vida. Cronometré la velocidad de los aviones en el momento en que el ingenio los perseguía. Este recorría en sólo unos segundos la misma distancia que los jets en tres minutos.

¿Objetos volantes no identificados? Que el lector se forme su propio juicio.
En todo caso, diremos que para realizar una serie de televisión norteamericana, Los Invasores, hubo que utilizarse un «platillo volante» construido expresamente. Las vistas se tomaron en el desierto de Mojave y en las Montañas Rocosas, sin ningún incidente, utilizando esta maqueta, que se suponía de acuerdo con una cierta realidad... La maqueta fue expuesta, con fines publicitarios, en una plaza pública, donde permaneció toda la noche, o, al menos, una parte de ésta, ya que a la mañana siguiente se había volatilizado, ante el asombro de los productores. No se encontró nunca. Y puede uno preguntarse quién querría robarla, ya que esta clase de souvenirs parece más bien molesta... ¿No sería también «absorbida», para su análisis?


Lo mismo estuvo a punto de ocurrir, en junio de 1972, con la cabina a bordo de la cual el astronauta soviético Yuri Gagarin realizó el primer vuelo espacial. Dicha cabina desapareció entre la URSS y Suecia, donde debía ser exhibida durante dos meses. Ocho vagones del ferrocarril llegaron a su destino. Faltaba el noveno, precisamente el que transportaba la cabina. Por fortuna, sólo se trataba de una copia, que se encontró unos días después, sin que nadie haya podido saber nunca lo que se hizo con ella durante ese tiempo…